lunes, 5 de diciembre de 2016

Rallye Isla de Lanzarote 2016: Mucho lo vivido, mucho por vivir.

Muy buenas, saludos. Todavía con el sabor dulce de haber terminado un rallye tan complicado como el del pasado fin de semana, me siento a escribir nuestras vivencias. El resultado: octavos de la general, que dentro de lo que cabe, no está mal.
La participación en la isla conejera vino de manera totalmente inesperada, y es que aunque Toñi Ponce venía insistiendo para que Raúl disputara alguna carrera con el Skoda Octavia Kit Car este año, no parecía que fuera a darse tal circunstancia. Resultó ser que el fin de semana anterior ambos participaron juntos en el Gran Canaria Historic Rallye, y fue en la rampa final y mientras recogían sus trofeos como ganadores, donde Toñi anunció por el micro del speaker que ese mismo coche pero con Raúl de piloto estaría en la salida de Orvecame una semana más tarde. Como te podrás imaginar, a todos nos entran sudores, porque en menos de una semana había que preparar un montón de cosas y si no teníamos pensado ni siquiera ir a verlo, cuánto menos ir a correr. En mi caso, durante el Historic estuve supervisando que la labor de copiloto que ejercía Raúl se hiciera bien, por lo que en el equipo me bautizaron como el “copiloto virtual”, y en la llegada final en Las Canteras, pasaba a ocupar el sillón derecho y ganar la condición de “copiloto real”.
El domingo nos ponemos con los pasajes, alojamientos y demás logística y Raúl se mete de lleno a revisar el coche, que todo sea dicho de paso, resulta tener algunas averías que solucionar. Todo temas leves pero que llevan su tiempo y éste escasea. A mi me toca estudiar el recorrido del rallye y la forma más rápida de reconocer los tramos perdiendo el menor tiempo posible en volver a cada salida.
Con todo encaminado y con bastantes apuros, nos plantamos en Lanzarote el miércoles por la noche. El resto del equipo llegará el viernes con el Skoda. Nada más aterrizar nos damos una vuelta rápida por los tramos para ubicarnos un poco y luego a descansar. En la recepción del hotel nos dan la habitación y nos explican que es la séptima puerta al salir del ascensor de la tercera planta. Raúl, que está bastante cansado y medio dormido ya, entendió que era el piso siete subiendo por el tercer ascensor. El sueño nos vence aun muertos de risa.
Por la mañana madrugamos para empezar el largo día que tenemos por delante. Vemos que en el hotel se sirve un desayuno, pero damos por hecho que nosotros no tenemos derecho a eso porque por la noche el recepcionista nos informó de varias cosas, pero no dijo nada de comidas. Ojo a este dato.
Al poco de amanecer ya estamos dando rueda en los tramos del rallye, que tienen un poco de todo, aunque por norma general cuentan con lo habitual en Lanzarote: rectas largas y curvas rápidas impresionantes. Este año también hay zonas urbanas que discurren por el centro de varios pueblos, para no ir siempre por carreteras generales y de paso, disminuir las medias de velocidad.
Con la idea que ya llevábamos y ya sobre el terreno, nos las apañamos para dar la vuelta por algún sitio que nos llevaba de manera rápida al inicio de cada especial, así que a mediodía ya hemos dado varias pasadas por todas y paramos a comer en una gasolinera/supermercado.
Antes de que se hiciera de noche decidimos plegar velas e irnos a descansar un rato. Las cosas están casi claras, pero falta darle alguna pasada de noche a un ritmo más rápido para terminar de coger la confianza necesaria. El VW Polo que estamos usando para reconocer se está portando a las mil maravillas y también se merece un descanso.
El Polo de Avis, perfecto.
Para pasar la tarde valoramos ir a la piscina o a la playa, pero primero he de corregir cosas en las notas, y perfilar detalles en la libreta para una más fácil utilización en lo que nos queda de reconocimientos y en el rallye. Cuando llevo diez minutos con el lápiz en la mano, noto silencio y veo que Raúl se ha quedado dormido. Tiene más horas de sueño atrasado que de vida, así que casi sin querer su cuerpo aprovecha la mínima ocasión para desconectarse. Yo decido meterme en el pequeño gimnasio del hotel a correr en la cinta. Una hora trotando delante del espejo me sirvió para liberar tensiones y toxinas, aunque tanto tiempo seguido viéndome a mí mismo me empezaba a poner nervioso.  
La prueba de que estuve en la cinta
Una ducha reparadora y a ver la tele… pero Arturo Valls no ocupó mi cerebro y me quedé dormido. Al final salimos a entrenar pasadas las diez de la noche, pero mereció la pena el trastoque horario. El rimo que logramos alcanzar es bastante bueno y nos vamos a dormir (otra vez) a las 4 de la mañana con la sensación de tener los deberes hechos. Es posible que estés pensando que somos de los que entrena muchas pasadas, y la verdad es que en este rallye quizás pueda ser que fuera así. En total más o menos diez fueron las veces que pasamos por cada tramo, que, perdona que te diga, es poco comparado con lo que entrenan algunos. También a nuestro favor he decir que hacía años que no estábamos en los tramos conejeros y que Raúl no había corrido nunca con la nueva configuración del coche, por lo que teníamos que tener una seguridad extra en nosotros mismos, para luego adquirirla con el Skoda.
Libreta, linterna para mí y aditivo para Raúl
Por la mañana, otra vez desayuno por ahí y directos al parque de trabajo en Orvecame. Ya nuestro coche y nuestra gente nos esperan.  
Kopecky-Dresler
Me curré la foto eh??
Ajustamos cosillas que se habían quedado pendientes, pasamos las verificaciones y a esperar. La ceremonia de salida es a las 17:00h. y luego salimos hacia el tramo espectáculo cuatro horas más tarde. Dicha especial no se nos da del todo bien, aunque pudo ser peor. El coche tiene poca dirección y en las zonas lentas y viradas le cuesta un poco desarrollarse. En la asistencia intentan corregir un problema en el tubo de escape y con todo y con eso llegamos al hotel a la 1 de la mañana. Al final estuvimos 15 horas casi en el mismo sitio, y eso cansa. Entiendo y sé de buena tinta que organizar un rallye es complicado y cuadrar todo no es fácil, pero tengo la teoría de que cuando diseñan el programa horario, no piensan demasiado en los pilotos. Así por encima y poniendo de ejemplo este rallye, lo normal hubiera sido pasar las administrativas y las técnicas medianamente junto con la ceremonia, y al poco de hacer ésta, ir al tramo. En fin, siempre dándoles a todos los currantes de los rallyes el beneficio de la duda, quiero pensar que sus razones tendrán.
El mismo recepcionista que estaba el miércoles le da las llaves de su cuarto a Octavio, Claudio y Antonio y les informa de los horarios del desayuno. No quepo en mí de indignación, ya que hemos perdido dos maravillosos días de buffet. En el ascensor estos cabrones se parten de risa a costa mía y otra noche más nos vamos a dormir con la sonrisa puesta.
Suena el despertador. De nuevo hemos dormido poco. Los días de carrera no suelo desayunar casi nada, así que me desconsuelo viendo como los demás se mandan el “beicon” y los churros riéndose de mí mientras yo soplo una manzanilla a la temperatura del magma. Prometí vengarme el domingo por la mañana aunque tuviera que perder el vuelo.
Empezamos con lo que vinimos a hacer, correr de verdad. Lo de anoche contaba para la clasificación pero no servía para nada. La carrera de verdad empezaba ahora y… calamos en la salida. Aún así el ritmo no es malo y teniendo en cuenta que estábamos “debutando”, no ha ido del todo mal. En la primera pasada por El Mentidero pensábamos echarnos a correr un poco más. En el control horario caen unas gotas, de esas que cuando chispea en Teror duran cinco horas pero ni mojan el suelo. Qué diferente fue aquello. A los tres minutos del control, ya en la salida, llovía con fuerza, y otro minuto más tarde estaba cayendo el diluvio universal. El limpiaparabrisas a toda velocidad no era capaz de achicar el agua que caía y la cortina que se formaba era bestial. Además se empañó la luna delantera en cuestión de segundos por lo que tuve que abrir el cristal a ver si entraba aire fresco. El del piloto es de manivela y con las barras no se puede hacer nada, así que entre mi ventana bajada, la escotilla abierta y la goma del parabrisas algo pasada, llovía lo mismo fuera que dentro del coche. Sobra decir que se me mojó bastante la libreta, cosa que al final del día casi trae fatales consecuencias. 
Dejando una estela... (foto: Gabino García López)
Toca ahora repetir la sección. Entre unas cosas y otras vamos algo descolgados del top ten. Consultamos con la gente que está en los tramos y como sigue lloviendo, montamos gomas de agua. En Tegoyo el ritmo es bestial y marcamos un quinto puesto. En un charco grande sufrimos un aquaplaning de esos y Raúl acelera más todavía para salir de la trampa. En algunas zonas veo a la gente echarse las manos a la cabeza. Me recuerda a la época del Desafío. Eso es que vamos bien.
En el nuevo paso por el famoso Mentidero, el cristal se empaña de forma exagerada. Yo no veo absolutamente nada, pero nada. Para que te hagas una idea, la cosa estaba como cuando te duchas con agua caliente durante largo rato y el espejo del baño está opaco total, pues así. El motorcillo del sistema anti-vaho apenas echa aire y sólo se aclara la luna en un círculo de cinco centímetros de diámetro situado en la parte baja del centro del cristal. Raúl se mueve en su sillón y agacha la cabeza para meter un ojo por ese agujero (los dos no le cabían) y pasa las vertiginosas curvas de la carretera que va de La Candelaria a San Bartolomé a una velocidad asombrosa mientras yo le dijo en cada nota “cuidao que no se ve” y el no afloja un punto como queriéndome decir “yo si veo”. Al pasar la meta me da un ataque de risa y le digo de todo. Que está enfermo, que me bajo allí mismo, que si no tiene conocimiento…y otra vez nos descojonamos. A pesar de las circunstancias lo estamos pasando bien. Ya vamos octavos.
Asistencia larga ahora, en la que llamamos varias veces a los tramos para saber qué ruedas poner. Parece que no llueve, pero hay zonas húmedas que no se han secado de la tormenta de esta mañana. La idea era salir con seco delante y agua atrás, más dos de agua de repuesto por si acaso. A cinco minutos de salir se pone a llover en el parque de trabajo y también en el tramo de Guatiza, así que nos arriesgamos y montamos las 4 de agua y dejamos una seca dentro. Fallamos. A medida que nos íbamos acercando a los tramos el asfalto estaba cada vez más seco y nuestras ruedas no iban a servir del todo. Así lo refleja el tiempo al llegar a Teseguite. En el tramo largo también sufrimos un problema eléctrico al pasar un charco y el coche intentó pararse, lo que nos hizo perder unos segundos. A pesar de que ya no llovía, el barro estaba presente y en algunos sitios deslizaba como si fuera el famoso y desaparecido rallye RAC de Inglaterra. 
Barro hasta el número
Vuelta a los tramos, ahora ya con sol y ruedas de seco. Queda poco y lo suyo sería ir a terminar, pero estamos casi fuera de los diez primeros y Raúl tiene sed y ganas de seguir cogiendo el ritmo y feeling con el coche.
En Guatiza vamos a partirlo, lo aprieto todo lo que puedo y le imprimo un ritmo gustosito. El amigo Quesada va cómodo y no se arruga.
Preparados para la acción (foto: Ale Falcón)
Falta un tramo, el más largo y complicado. En la salida casi se cala otra vez y además vuelve a repetir el fallo eléctrico durante al menos 300 metros. De nuevo se le quita sólo y enfocamos la subida a Las Nieves como animales. En la zona alta parece que se complica la cosa por la aparición de la niebla, aunque no aflojamos demasiado tampoco y como sólo estaba cerrada durante pocos metros no supuso un gran problema. De Los Helechos hacia abajo iba a venir lo mejor del día. Raulito empieza a frenar usando el freno de mano al “estilo Polo” y el ritmo es brutal. En el cruce de Haría frenamos tardísimo y de nuevo hay manos en la cabeza. Buena señal. Queda bajar hasta Tabayesco y ya que estamos, no vamos aflojar. En esas zonas enlazadas de curvas no demasiado lentas el Octavia va de lujo y los resoplidos del piloto indican que vamos a tope. En una recta de 80 metros al ir a pasar la página… se me queda pegada. ¿Recuerdas que se me había mojado la libreta por la mañana? Pues justo ahí, tantas horas después, casi me desgracia. En lo que despegué la hoja y pasé la página pasaron 2 segundos, pero ya era tarde para cantar, así que cuando Raúl me dijo “vamosssss” mi cerebro tuvo un momento de lucidez y sin saber cómo, canté la nota sin haberla leído para luego ya fijar la vista en mis apuntes y seguir hacia abajo como una exhalación.
Pasamos la meta y lo primero que hago es pedir perdón por el fallo, que aunque involuntario, es un error mío. Raúl me dice textualmente: “buen rallye hermano, has ido todo el día de puta madre” mientras me da golpes en el casco. Se me hace un nudo en la garganta y apenas puedo contestarle. Ha sido un trayecto largo para llegar hasta esa meta, y no me refiero sólo a este rallye. En aquel momento sentí que nunca debería haberme bajado de su coche (aunque cuando lo tuve que hacer no me quedara más remedio) y tuve claro que si él quiere, nunca más me volveré a bajar. En la entrevista de radio que hacen siempre en cada control stop, Raulito da las gracias al equipo, a Toñi Ponce y a mi mismo, y aunque todos tenemos parte del mérito de esta meta, el artífice más importante de todos es él.
De diez intentos de selfie, sólo sirvió éste
Al llegar al parque de trabajo me tengo que quedar en el control horario mientras el coche y el piloto se van para la asistencia. Aquí le pongo la nota más baja que se pueda poner a la organización del rallye y su equipo de cronometraje. Dan un enlace de 60 minutos del que sobran 30, y al ser ya el último parque (que tampoco tiene mucho sentido que lo programen) no permiten entrar por adelanto, sino que los copilotos tenemos que quedarnos atrás y perdernos el recibimiento que las familias y amigos hacen al llegar al box. Cuando pico en mi minuto y llego, nadie se acordaba de mi jajaj.
Al ser normativa autonómica, decidimos no pasar por el podium y aprovechar este tiempo para merendar algo y estar con nuestra gente.
Parque Cerrado final
Ha sido un día duro, en el que físicamente uno se muele sin darse cuenta y cuando me siento en una acera para hablar por teléfono con mi mujer… casi me duermo. Tuvieron que darme la mano para levantarme.
De vuelta al hotel después de volver a mojarnos mientras cargábamos el coche en el carro, ducha y buscar donde cenar. Finalmente una pizzería bastante agradable nos dio el visto bueno para terminar el día. Ponemos la cabeza en la almohada a la 1 (otra vez) y el despertador sonará dentro de cinco horas, pero tengo que madrugar porque voy a ir a desayunar al buffet del hotel, faltaría más. 
No, miravé
De camino a Guacimeta nos acompaña un precioso arco iris que bien puede resumir nuestro paso por este rallye. Estos colores surcan el cielo cuando se mezclan el buen y el mal tiempo. Nosotros estamos contentos pero a la vez sabemos que podemos mejorar. 
Somewhere over the rainbow...
En el aeropuerto nos suben a una guagua que hace un recorrido circular de 100 metros y aparca en el mismo sitio donde nos habíamos subido. Vamos como sardinas en lata, pero no podemos evitar reírnos. El vuelo de vuelta con Octavio es de lo más tranquilo y a las 10:30 de la mañana del domingo ya estoy en mi casa. El resto del equipo regresará por barco y al final después de un retraso considerable del ferry de Armas, llegan a Valleseco de madrugada.
Y así se escribió la historia del reencuentro en asfalto de Raúl Quesada y Dani Rosario, que acompañados esta vez en vivo de Octavio (para mí, el mejor mecánico de coches de carreras de la historia), Antonio, Claudio, Javi, David, Desi, Yeray, Raúl Alonso, Alex y Yurena (más Conrado por vía teléfonica durante todo el día) y en la distancia por el resto de amigos y familiares volvieron a vivir una aventura de las que se recordarán siempre y de las que otra vez, hacen que se siga forjando una amistad.
Aprovecho para darle las gracias a los patrocinadores de este proyecto y les animo a seguir apostando por él, porque si se consigue darle unos retoques al coche y mejorar algo sus prestaciones, con Raúl a pleno rendimiento las alegrías pueden ser varias. Gratitud también a Don Antonio Juan Ponce Anguita, que se empeñó en que corriéramos en Lanzarote y justo es decir que si no fuera por él, no hubiéramos vivido todo esto que aquí acabas de leer.
Termino como no puede ser de otra manera y aun pudiendo caer en la pesadez de siempre repetir lo mismo, exponiendo mi gratitud eterna a Octavio, Antonio, Mina y Carol por todo, a mi Leti, mi Aroa (y mi Adrían que está al llegar) por ser mi vida y ayudarme a ser feliz.
Y me detengo un poco más de manera especial en darle las gracias a Raúl Quesada. Podía haber llevado un copiloto con más ritmo y menos kilos que yo, pero quiso que quien te escribe fuera el que lo guiara con la voz por los complicados tramos de la isla de César Manrique, porque por encima del deporte están las relaciones personales y nosotros somos amigos, y ese clima de confianza se nota en el rendimiento dentro del coche. Además, modestia aparte y siempre teniendo claro que lo puedo hacer mucho mejor, creo que si no llegué a estar de notable, si que estuve de bien… alto.
Nada más amig@s. Seguramente se me quedan cosas en el tintero, pero o no me acordé a la hora de escribir o preferí no contarlas, porque todo lo que se sabe no se dice.
Espero que el 2016 que casi acaba haya sido un buen año y aprovecho para desearles a tod@s una Feliz Navidad y un Año Nuevo lleno de metas y controles stop, porque si acabamos tramos acabaremos carreras y conseguiremos objetivos, y paso a paso, seguiremos siendo felices.
Hasta la próxima!!!!!