Los inicios


DE 2001 AL FINAL DE 2004

Hola. Empiezo ahora a escribir una serie de crónicas o historias que resumen mis vivencias desde dentro del mundo de los rallyes. Espero entretenerte.

De toda la vida he estado metido en los rallyes. Según me cuentan, con pocos meses de vida, a finales de 1980 hacía “mi debut” a bordo del Toyota Célica de mis padres, matrícula H. Por supuesto, yo iba en los brazos de mi madre y ni siquiera tenía idea de lo que estábamos viendo, pero de esos primeros años de mi vida me quedará el recuerdo de ver pasar a Zanini con un Ferrari azul por algún lado. Igual lo soñé, pero tengo esa imagen en mi cabeza. Eso quizás fue la base de mi afición por este mundo. Eso, y que mi tío Manuel Falcón fue piloto unos cuantos años, con coches como SEAT 127, Autobianchi Abarth y demás. En esa época, en los 70, mis padres iban a todos lados siguiendo las evoluciones de Manolín.
De ahí en adelante podríamos saltar a las vivencias en los rallyes de Teror a finales de los 80 y principios de los 90. Los vivía de manera especial, ya que en mi pueblo se respiraba aire de motor ese día. Durante mi infancia y adolescencia no dejé de ir a casi ningún rallye de los que se celebraban en Gran Canaria. La afición de mis padres me ayudaba mucho, ya que ellos iban a ver la carrera y me llevaban primero, y luego, me llevaban y de paso veían la carrera.
Recuerdo con mucho cariño aquellos rallyes de El Corte Inglés, en los que tenía a mi padre cansado de dar tumbos por todos lados. Al muelle el lunes, a las presentaciones durante la semana y al rallye durante el fin de semana.
Una vez saqué el carné de conducir, la cosa cambió. En esas fechas, me dedicaba a cargar con una grabadora y hacer entrevistas a los pilotos en los reagrupamientos o asistencias, todavía libres en cualquier sitio del recorrido, para ponerlas luego en Radio Teror.
Mi evolución siguió con el paso a ser comisario de seguridad de la Escudería Aterura. En ese aspecto, han sido, son y serán muchas las vivencias a pie de carretera. Aún hoy, sigo siendo uno más dentro de Aterura, aunque eso sí, con algo más de experiencia.
En el verano de 2001, mientras daba clases en una escuela de fútbol sala con un amigo, se nos pasó por la cabeza comprar un coche de carreras. Yo no podía, ni quería, pero Gustavo se decidió. Compró un Starlet de los redondos propiedad de Víctor Quintino, “Vito Colón”. Tras un agosto frenético y lleno de preparativos ilusionantes llegó el rallye de Teror de ese año. La carrera que casi me había visto nacer (la primera edición fue en septiembre del 81) me acogía ahora entre sus participantes. La aventura duraba poco, ya que a mitad del segundo tramo, Monte Pavón, se rompía el motor. Gustavo decidía cambiar de aires y no arreglar el coche.

A principios de 2002, me volví loco y se lo compré yo. Lo reparé, me gasté un dineral, literalmente un dineral y decidí salir a probar como era lo de pilotar en la subida a Cueva Grande. La experiencia no fue del todo mala, así que el siguiente paso era el Teror, como no. Un amigo, Pedro Arencibia fue mi copiloto. Esta vez el tercer tramo fue el que puso el punto y final. Aún hoy, cada vez que paso por aquella curva entre Tejeda y Ayacata se me pone un nudo en la garganta. En ese lugar, perdí todo el dinero que tenía, y el que no tenía pero me había prestado La Caixa. En tremendo follón me había metido. No sé muy bien como solucioné aquella papeleta, de hecho… no tengo claro que lo haya resuelto hoy en día.
Al cabo de los meses, con bastantes problemas personales, me ofrecieron comprarme la caja de cambios del coche, una TRD de las buenas. Llegamos a un acuerdo, y José y Modesto Martín se llevaron el coche entero. Lo siguiente que supe de él fue que unos muchachos lo habían recomprado y se habían caído por el Cenobio de Valerón probándolo. Iban sin sillón ni arnés en el lado derecho. Uno de los hermanos, el que iba de copi, murió. El que iba al volante, con sillón y arnés, quedó en coma, del que despertó después. Todavía están los restos de “mi Starlet”, el GC-4170-AY casi debajo del puente de Silva. Hay una zona de la carretera del Hormiguero desde donde se divisa un amasijo de hierros blancos.
Cuando todo eso pasaba, yo seguía siendo comisario de Aterura y de vez en cuando, informador de prensa para la Cadena Ser, cuando mi amigo Rafa León hacía retransmisiones en directo.
A finales de 2003, José Martín me ofrece ir de copiloto en el Maspalomas con un amigo suyo. Después de muchas conversaciones, salgo en ese rallye con Braulio Falcón a bordo de su “soplillo”. Hacemos una carrera sin sobresaltos y sin correr demasiado, él debuta y yo no tengo mucha idea. A falta de dos tramos, el motor empieza a fallar, pero llegamos a la meta de Los Cuchillos. Quedaba pasar por el parque de trabajo en San Fernando, y terminar en la rampa final del Palacio de Congresos. Nada más lejos de la realidad. Antes de poder salir de la asistencia, el motor murió definitivamente.
Con Braulio Falcón
A primeros de 2004, Luis Hernández me consigue un coche para que debute en tierra. Se trata del Golf GTI de Alberto Lorenzo. Hacemos casi todos los slaloms, yendo de más a menos. Empezamos rodando a mitad de tabla de la copa VW, y acabamos en la cola. Los corrí todos menos el de Santa Lucía, el más bonito de todos. En ese, salió el hermano de Alberto y yo me tuve que quedar fuera. No me gustó la idea. En ese año, Miguel Quintino ganaba la clase A en la tierra, y al ser de Teror y conocernos de siempre, me dice que si me atrevo a salir con él en algún rallye de asfalto. Acepto.
Salimos en el Teror, a ver que pasa. Pasó que terminamos el rallye, llevándonos una de las mayores alegrías que yo recuerdo en mi vida, de verdad. Luego nos atrevimos con el Maspalomas, pero en el primer tramo se rompió algo en el motor del BMW y no pudimos seguir. El Maspalomas me volvía a vencer duramente.
Se acabó el 2004, y para el siguiente año, repetiremos con “el Ficha” en su BMW 320.

Gracias a todos los que siempre han estado ahí, a Gustavo, Perico, Braulio, Alberto y Miguel. Espero que esto sea una experiencia para seguir subiendo escalones dentro de este mundo que tanto me gusta, aún sabiendo que esta pasión se acabará tarde o temprano.


Saludos.