viernes, 23 de marzo de 2018

Rallye Santa Brígida 2018: Adaptación inmediata



Hola muy buenas!!!

Desde el pasado diciembre no me sentaba a escribir cositas para entretenerme y de paso tener el recuerdo de cada carrera, que a fin de cuentas es la razón principal por la que relato estas historias, aunque todo hay que decirlo, también para que las puedan leer todos ustedes y así acercar un poco más nuestro deporte desde dentro a todo el mundo. Como proyecto futuro pero siempre presente, imprimir tooooooodas las crónicas de tantos años de carreras y encuadernarlas tipo libro sencillo. Todo se andará.

Para esta temporada surgió la oportunidad de copilotar a Julián Falcón dentro del Porsche 997 GT3, y después de consultarlo con mi gente y meditarlo bastante, decidí aceptar su oferta. En principio el plan es correr todos los rallyes que haya en Gran Canaria y quizás salir a Tenerife y Lanzarote a final de curso, pero ya eso se verá. Por otro lado, siempre está activada la posibilidad de correr con mi amigo Raúl Quesada en lo que se tercie.
De momento, vamos a contar lo vivido en el pasado rallye de Santa Brigida.

Los preparativos de la carrera fueron bastante sencillos, ya que los tramos eran cerca unos de otros (de hecho uno era el mismo pero en el otro sentido) y teníamos notas de casi todo cedidas gentilmente por Israel Pereira, que desde el minuto 1 se ha puesto a nuestra disposición para lo que sea menester. Así que entre que era fácil de entrenar y que la revisión del coche se retrasó un poco debido a la llegada de piezas, cuando nos dimos cuenta casi que estábamos en las verificaciones. Aunque pensándolo bien, sí que pasaron cosas en lo que llegaba el rallye... Tuve que “desarreglar” el mono del equipo, ya que tal como estaba me quedaba algo estrecho, pero es de mi talla, así que una vez estuvo como cuando venía de fábrica, sin problemas. También adquirí para este año un pack completo de ropa interior ignífuga, ya que el que venía usando los últimos años tenía más kilómetros que las playeras de Forrest Gump. Y además, al estreno del pijama interior y la funda, le sumé la equipación del equipo para verificaciones. Al margen del tema ropero, tuve que pasar las notas a mi libreta, con mis letras y mis símbolos y luego repasar los enlaces, los kilómetros, los lugares donde parar a mirar presiones, hacer un dossier para los miembros de la asistencia, charlar sobre el coche y demás rollos con Isra, Julián y más amigos…

Publican la lista de inscritos y ya bato uno de mis registros: el del número más bajo, superando el 5 del pasado Isla de Lanzarote para tener ahora el 3 en las puertas. Por cierto, cambió la normativa del diseño del número, pero sigue siendo una sábana enorme.
Las verificaciones se llevan a cabo sin mayores contratiempos y después de una entrevista inaugural por la radio con el amigo Teo Vega, me siento por primera vez en el Porsche con el motor en marcha para la ceremonia de salida. Si amigos, entre unas cosas y otras no me había subido en el bólido alemán para casi nada, y nunca circulando, ni siquiera arrancado, aunque la verdad que no me supone demasiada preocupación, sobre todo porque el primer tramo empieza con dos rectas largas y eso me da confianza para cogerle el truco.
Al ser pocos coches y un municipio cercano al mío, el día termina bastante más temprano de lo habitual en estos casos. 
Ceremonia de salida (foto: TíoPedroDJ)
El sábado madrugamos bastante para preparar todo antes de empezar. Al llegar a la asistencia veo que Julián tiene unas tiritas en la ceja derecha y un corte en la cara. Resultó ser que por la noche se chocó contra la esquina de un muro y al darse en la sien, sangró bastante, así que entre la familia de Mingo Ramos y el equipo de Benjamín Avella le hicieron las primeras curas y lo llevaron al centro de salud de Santa Brígida, donde le pusieron las tiritas que antes dije, que resultaron ser puntos de papel. Esperemos que cuando se ponga el casco no le duela mucho… 
Asistencia preparada (foto: Leti Marrero)
Con todo preparado, nos vamos al tramo 1. En el enlace me doy cuenta de que no merece la pena ponernos a hablar dentro del coche, más que nada porque no nos vamos a oír. El motor y la caja hacen tanto ruido que las pocas palabras que nos cruzamos son poniendo las manos tipo megáfono. Además el casco del piloto va colgado de un gancho situado encima de nuestras cabezas, por lo que tampoco nos vemos las caras, así que… cada uno en su lado sin vernos ni oírnos. En cada cruce le hago una seña que Julián entiende a la perfección y sin mayores problemas. Cuándo él me quiere preguntar algo, mueve el casco con la mano y asoma la cabeza como si fuera a decir “tras traaaas”. Me quiero descojonar, pero aun no tengo confianza para tanto.

Vamos a la salida, todo lo que me han dicho de que si corre mucho y no se qué más se va a hacer realidad en mis costillas. Me cuesta abrocharme los cintos de abajo. Entre que soy el torpe number one, los nervios habituales y que el arnés está algo recio, casi no lo consigo. Durante el resto del día también me dio lata el tema, pero cada vez menos. Prefiero ir bien amarrado aunque me cueste trincarme, que lo contrario.
Diez segundos, espero con impaciencia lo que va a pasar a partir de ahora. Cinco, cuatro, tres, dos uno, vamos!!! En la salida y la primera recta, la arrancada que pega el Porsche me hace asimilar todo de manera inmediata y en las primeras curvas ya mi cerebro ha mimetizado las inercias y frenadas del coche para saber cuándo y cómo cantar las notas. Al pasar la meta le pregunto a Julián por su cabeza, (de la que no se quejó en todo el día), por el coche y por el copiloto. Según me dice, está conforme. El tiempo, el mejor de todos. Mi primer scracht en tantos años corriendo me hace mucha ilusión, pero sin tiempo de saborearlo mucho vuelvo al trabajo para hacer la correspondiente suma y controlar la presión de las ruedas.
La primera pasada por el tramo de 15 kilómetros me cuesta un poco más que La Atalaya ya que hay mucha zona de las que me habían advertido iban a ser las más difíciles: curvas rápidas unidas por rectas pequeñas. Aun así no me dejó vencer por la endiablada velocidad y consigo estar a la altura, intentando ayudar al piloto en las zonas rotas y muy reviradas. En la meta el tiempo es bueno y apuntalamos el liderato, aunque sabemos que es algo efímero porque el amigo Mingo hizo un trompo y porque ese tramo en las repeticiones de después, va a ser nuestra cruz, como así fue.
Volvemos a hacer otro mejor tiempo en el tramo 3, pero en la salida del Llano María Rivera decidimos no arriesgar más de la cuenta en las zonas malas, ya que podemos tener un pinchazo y una situación así en este coche, siendo la rueda de repuesto la conocida como “galleta” y llegado el caso tener que ponerla obligatoriamente en el tren delantero aunque la avería sea en el trasero, y que nuestro coche es muy bajo y podemos golpear algo y quedarnos en el sitio. Además la propulsión trasera no va a traccionar casi nada encima de tanta piedra y las ruedas están ya casi para jubilarlas. No eran nuevas ni tampoco viejas, pero al tener que hacerle el tallado que marca la normativa, se degrada muchísimo en la zona central, se pierde adherencia y se gana peligrosidad. Con todo eso en la cabeza, hacemos la especial con calma, quizás demasiada, y en la meta vemos que hemos perdido casi toda la ventaja que llevábamos, cosa que no nos sorprende porque por las circunstancias ya sabidas, era lo lógico.
Ahí la "galleta". No la usamos... por poco.
En el parón de mediodía Lauren y Marcos revisan todo, cambian las ruedas y vamos a ver lo que pasa. En el tramo 5 nos cruzamos con un perro canelo que tuvo un instante de telepatía con Julián, porque caminó hacia un lado mientras el piloto aflojaba y giraba hacia el otro. Quizás por eso empatamos con Mingo y Pepo en minuto, segundo y décima (aunque ellos muertos de risa decían que era una excusa), por lo que seguimos primeros pero con sólo 1 segundito de ventaja, que el Evo nos va a soplar desde que pisemos el primer bache delante de la carpintería del amigo Mundo. Ya tenemos decidido que no debemos volvernos locos y asegurar el segundo puesto. Vicente y Magnolia están algo lejos y si todo va como debe, lo tenemos en el bolsillo. Aún así cogemos un ritmo bastante vivo en casi todo el tramo y nos divertimos bastante. Se nota que las ruedas están en mejores condiciones que las de antes. 
Queda un tramo y a menos que pase algo raro para lo bueno y para lo malo, las posiciones se van a mantener inalteradas, como así fue, aunque por si acaso, nos marcamos otro scracht para sumar el cuarto del día, que junto con el empatado con el coche campeón, hace un total de 5 sobre 7 posibles. Creo que no está nada mal.

En la meta de La Gavia le doy las gracias y las felicidades a Julián. Antes de emprender el enlace final, Mingo, Pepo, Vicente y Magnolia nos están esperando para entre unos y otros darnos las felicidades por terminar esta bonita carrera. Siguen llegando coches y todo son saludos de alegría. Da gusto competir con gente así, y sinceramente, me alegro también del triunfo de Mingo porque es un tío cojonudo y un buen amigo, tanto de Julián como mío.
Finalmente pasamos la rampa recogiendo el trofeo del segundo clasificado de la general y bebiendo un poco del típico cava amargo que se inventó para estos casos, porque para bebérselo es ruinísimo, aunque en un pódium todo mola bastante. 
Fin de rallye
Termino ya, con la clara conclusión de que a pesar de notar el peso de la responsabilidad que conlleva ser el copiloto de un coche tan grande y con todas las labores que debo desempeñar dentro del equipo, estoy muy contento y satisfecho.
Aunque como digo siempre, no soy yo quién deba juzgar mi trabajo, creo que rendí a un buen nivel, tanto en lo que se refiere a los tiempos y lugares de enlaces (el sitio a la sombra y con fresquito en el cruce de Los Veroles le supo a gloria a Julián) como el manejo de la libreta a todo trapo, teniendo que improvisar bastantes veces dejando de cantar metros de rectas o conectores entre curvas para poder decir la propia curva porque si no, no llegaba a tiempo. Además estoy contento porque hemos comprobado que Julián y su familia son muy buena gente y eso es más de la mitad de la pelea para estar a gusto con alguien. Encima resulta que hasta es buen piloto (jajajaj) y no lo digo sólo por los tiempos y el resultado, sino porque en el único susto que tuvimos en todo el rallye (aparte de cuándo el perro, aunque ahí se asustó más él que nosotros) controló el coche sin mayores problemas cuando íbamos quizás a 120km/h o más intentando esquivar las piedras de la zona aquella que asfaltaron por primera y única vez los egipcios, y lo hicieron mal.

Pues nada, como siempre agradecerte los minutos perdidos en leer esta historieta, a toda la afición que nos apoyó (a nosotros y a todos los demás compañeros) en esta carrera, a los patrocinadores que hacen posible el gasto de correr, a los miembros del equipo y nuestras familias, que estuvieron allí con nosotros. Igual resulta que en el futuro somos parientes, porque entre Aroa (mi hija de 4 años) y Mario (el hijo de Julián, con 8) ha surgido una... bonita amistad.
Nuestra próxima aventura será dentro de unas escasas semanas con motivo del rallye Ciudad de Telde, en el que volveremos subirnos al bicharraco alemán para seguir viviendo experiencias inolvidables.
Nos vemos pronto y recuerda que si yo, que no soy mejor que nadie, he podido llegar a vivir esto, tú también puedes disfrutar de lo que te propongas.

PD. Gracias a Perico por la llamada, a Raúl, Toñi y Leti por el empujón, a la familia Quesada y demás amigos por los mensajes de ánimo pre-rallye y a Julián y Noelia por la confianza.