viernes, 10 de julio de 2020

RALLYE VILLA DE SANTA BRÍGIDA 2020: THE SHOW MUST GO ON (EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR)

Como dice Pepe Domingo Castaño el de Tiempo de Juego… Hola holaaaaa.

Han pasado varios meses desde la última vez que tuve oportunidad de escribir algo y por eso mismo me permito saludarte con la alegría que lo hace el famoso locutor de radio. No por el hecho de que yo escriba y alguien lo lea, sino porque las circunstancias han hecho que los rallyes pasaran al lógico olvido hasta que todo se apaciguara. Mentiría si negara que tanto tiempo sin saber de coches de carreras hizo mella en mi estado anímico. No obstante, debido a la famosa pandemia que nos acompañará para siempre y que tenía y tiene al mundo entero en vilo, no podía permitirme el lujo de quejarme. Las carreras tendrían que esperar, y esperaron hasta que dejaron de esperar.

Si alguien quiere leer este relato adelante y gracias, pero conste que el objeto de escribir es seguir dejando constancia por escrito de las carreras que he ido haciendo a lo largo de los años y que son vivencias que nunca volverán, en este caso desarrollando lo acontecido en el inicio de este año, culminando todo en el rallye Villa de Santa Brígida el 27 de junio de 2020, fecha que pasará a la historia, por lo menos a la mía.

Dada la relación estrecha en las últimas temporadas y debido a lo complicado de seguir manteniendo a Rubén a su derecha, a principios de año recibo una oferta imposible de rechazar. Aun así, para hacerme el interesante, prometo pensarlo y contestar a los pocos días. Lo hablo con mi familia y con mi entorno de carreras y como no podía ser de otra manera, acepto la propuesta. Voy a ser el copiloto de una leyenda viva de los rallyes a nivel canario, quizás nacional y si nos ponemos exagerados, mundial: Antonio Juan Ponce Anguita. Mucha gente me dijo que “vaya suerte” tenía, pero igual más que suerte es fruto del trabajo y dedicación de un montón de años y luego claro, estar en el momento exacto en el sitio correcto.

Además el proyecto de este año es de carácter oficial encuadrados dentro del equipo Hyundai Canarias Motorsport bajo la sombrilla de Domingo Alonso Group para hacer el campeonato provincial completo. Sin prisa pero sin pausa empezamos a reconocer los tramos programados y aunque al principio me costó un poco, ya iba teniendo el sistema de notas domesticado.

Si las cosas se daban de forma normal, entre tales y cuales pudiera ser que acabara la temporada con más de doce carreras en las costillas, pero resultó que la premonición que tuve en nochevieja cuando en Madrelagua desapareció de los receptores la Televisión Canaria y el presentador de TVE se trabucó con las campanadas haciendo equivocarme con las uvas por primera vez en mi vida, se cumplió. Que el año no iba a ser bueno estaba claro, ahora faltaba que no fuera demasiado malo. Luego llegó el coronavirus arrasando con todo y aunque él no tuviera directamente la culpa, me acordé bastante de Roberto Herrera.

Debido a todo lo que ya sabemos, los presupuestos y proyectos se resintieron o directamente se resquebrajaron. En lo que a mis labores se refiere, lo de pisar la tierra tendría que esperar, y en el asfalto pues aunque parecía que no… al final sí, pero no de la manera inicialmente programada. Ya no éramos equipo oficial y los dineros eran muchos menos, pero seguía habiendo proyecto.

Fuera como fuera, el virus se iba amainando, las fechas aclarando y el Santa Brígida se asomaba en el horizonte como Braveheart, por delante de todos los demás. Los días caían y había que repasar lo entrenado sin esperar más, así que nos pusimos de nuevo manos a la obra con los tramos y con la mascarilla. También fui al taller a reubicar el sillón, ajustarme los arneses y hacer unas prácticas en la regulación de la suspensión y demás cosas que pueden surgir en cada sección estando lejos de la asistencia.

Y llegó el día. Ocho meses después de la última vez que me subí en un coche de carreras (que curiosamente es el mismo de ahora), casi diecinueve años después de debutar allá por el 2001 y tras diecisiete temporadas en activo (en 2010 y 2011 no pude correr), volvemos a la acción.

Equipaje de este año (foto: Edu González)

Las circunstancias no son las habituales debido a que tenemos que cumplir una serie de requisitos marcados por el protocolo anti Covid-19, pero todavía sin que haya clareado el alba estamos en las verificaciones presentando en sociedad el mono nuevo, tan mono que hasta venía con pelo. Todo va pasando con normalidad y tras desayunar un trozo de queque de Mina (que no fue pero lo mandó), sin darnos cuenta estamos en la salida del TC 1. Estoy concentrado, necesito estar tranquilo y que Toñi también lo esté. Cuando sale el coche de delante es el mejor momento. En lo que me devuelven el carnet de ruta cierro los ojos y pongo la mente en blanco. Siempre he pensado que en ese justo instante, el mundo no existe. Solo está la libreta y el coche, lo demás depende de esos dos elementos y nosotros también. Así me lo digo en cada salida de primer tramo: “no pienses, ahora nada importa, solo canta notas y siente la carretera”. Los rallyes son una parte muy importante en mi vida, mucho. Correr, verlos, seguirlos… lo que sea. Estar de nuevo con el casco puesto (estrenando rotulación) me sabe casi tan bien como el alioli de la Bolera… cuando no estaba a dieta y podía ir.

Sombrero "nuevo", rotulado por Christian Hernández

A partir de ahí todo va saliendo según lo previsto. Rodamos sin mayores agobios en puestos de podio y ese es el objetivo pero eso sí, al acecho cual mustélido por si se puede cazar algo extra. Las ruedas han de aguantar todo el día y nos encontramos tranquilamente en tierra de nadie, así que no asumimos riesgos de ninguna clase. Además decidimos ir cambiando reglajes de suspensión para ver cómo se comporta el coche y si le gusta más al piloto.

A. Ponce-D. Rosario, quien me lo iba a decir (foto: Markitos Martín)

En el tramo largo, llegando a la meta había un rasante que más que un salto era como un badén raro que teníamos apuntado a fondo porque entrenando despacio no parecía peligroso, pero sin saber muy bien el motivo, el Hyundai despegó del suelo y cayó bruscamente de morros contra el asfalto, dándole un latigazo cervical a Toñi. De ahí al control stop su dolor iba en aumento y yo tenía la sensación de que quería pararse, por lo que intenté darle confianza para que por lo menos llegáramos al final. En la asistencia valoramos si retirarnos o no, estando todos de acuerdo en que era lo más prudente. Todos menos el afectado. Antonio Juan dijo que faltando sólo un tramo de 7 kilómetros terminábamos como fuera y lo cumplió. Acabamos terceros de la general, rodando cómodos y cogiendo cada vez más confianza con el coche y espero que también el piloto en el copiloto. Que sea otra voz, con otra entonación y con otra forma de hacer las cosas es complicado de asimilar después de casi veinte años, pero creo que no fue del todo mal. Yo le insistí muchas veces para que si necesitaba que yo funcionara de otra manera me lo dijera, pero sus respuestas fueron siempre positivas hacia mi trabajo, cosa que me enorgullece, para qué negarlo.

Rasantes de Pinar de Ojeda (foto: Adrián Quintino)

Fue un rallye raro en general porque casi todo era nuevo para mucha gente y adaptarse a los tiempos que ahora vivimos no siempre es fácil. Ver (lo poco que levanto la cabeza) a los aficionados espaciados en los márgenes de la carretera con las mascarillas puestas es algo que me quedará marcado. Aunque como en cualquier lado, hubo de todo, esperaba peor comportamiento de la gente. El rallye de Finlandia se suspendió por el riesgo y no se puede comparar a unos canarios con unos finlandeses, pero esta vez, para bien.

Como hablaba el otro día en alguna conversación, en esta carrera se quitó el tapón y al principio todo fluye de forma extraña, pero tiene que ser así para que lo que venga sea mejor, pero ojo, sin que lo vivido en Sataute fuera malo ni mucho menos.

Yendo al vértice (foto: Markitos Martín)

Termino este primer relato del año (espero que no sea el último) con el habitual capítulo de agradecimientos.Primero a David Espino y su equipo junto con la FALP por querer hacerlo y hacerlo.

Luego a tantos aficionados que, visto lo visto en las fechas que estamos (escribo esto el 9 de julio), se portaron lo suficientemente bien para que no hubiera rebrotes, que es la palabra de moda.

Toda mi gente (frase patentada por Pepe Benavente, que se jubiló de la refinería y ahora no tiene verbenas para cantar) que me dio ánimos y deseos de suerte antes de empezar y felicitaciones al terminar. Felicidades también desde aquí a todos los compañeros que salieron a correr, terminaran o no.

El equipo de asistencia y allegados por el trabajo y la ayuda.

Mi familia que siempre está aunque sea en la distancia, incluyendo lógicamente a Leti, Aroa y Adrián.

Aday Ortiz, que me ayudó con los preparativos y me marcó referencias en los tramos para tener las cosas claras siempre a tiempo real. Espero que no lo tenga que hacer más, porque eso significará que él también está corriendo.

Toñi Ponce, por confiar en mi trabajo y en mis capacidades. Espero seguir bajando kilos para no tener que usar libretas más finas como él sutilmente me insinúa entre risas.

Raúl Quesada porque sin él cerca ya no correría. Espero que más pronto que tarde me pida agua en un control horario. El protocolo general prohíbe los abrazos, pero yo le di uno al terminar.

Objetivo cumplido!!! (foto: Rafa León)

Nos vemos en la próxima!!!!

Siempre hacia una meta!!!!