Para meternos en contexto te cuento que en las primeras semanas del año recibo una llamada de Julián Falcón comentándome que tiene intención de hacer varias carreras en nuestra isla y que le gustaría contar conmigo en las labores de copiloto. Yo, que de momento no tenía planteado correr nada de forma estable sino alguna cosa suelta si es que surgía, quedo atraído por el ofrecimiento, ya que las condiciones que me plantea son favorables. Unos días más tarde nos sentamos cara a cara y nos ponemos de acuerdo rápidamente. El planteamiento es ir haciendo uno a uno todos los rallyes de Gran Canaria (menos el Islas Canarias) sin presión y sin más objetivo que pasarlo bien y disfrutar. Estamos de acuerdo, así que lo refrendamos con un apretón de manos y… a trabajar.
Lo primero es ponerme en forma. De una vez por todas decido que, esta vez sí, tengo que bajar de los 80kg, por lo que empiezo un plan de entrenamientos y contención alimenticia con la meta de estar todo lo fino posible el último fin de semana de marzo, fecha de la primera carrera en el coche y fecha además de la LPA Trail, a la que me inscribo para que me sirva también de motivación.
Cuando vamos a preparar las notas de los tramos, tenemos claro que el primero va a ser bastante complicado, ya que se va a correr de noche y tiene un trozo en el que el piso es de cemento. Desde el primer momento decidimos que ese y también la otra especial nocturna van a ser de puro trámite para nosotros.
Avanzan las semanas y poco a poco lo vamos teniendo todo preparado. Mi nuevo casco Bell queda rotulado de forma espectacular por el amigo Cristian, de C&N Rotulaciones y ya sólo queda presentarnos en Sataute con el número 2 en las puertas teniéndolo todo controlado, como debe ser. El único pero es que me quedé a las puertas del objetivo del peso por 400 gramos, aunque durante el rallye bajaré eso y bastante más.
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Quedó precioso. Gracias por la ayuda!! |
Por fin, nos vamos a los tramos. Empieza el rally, empieza la temporada. Sigo algo acelerado, pero tengo que reconocer que cuando me pongo el casco algo en mi interior se conecta (o se desconecta) y me olvido de todo. De un momento a otro paso a estar totalmente concentrado y mi cerebro deja de pensar. Así es como quiero estar, por lo menos hasta el domingo a mediodía cuando acabe los 11,4kms de la trail.
Acabo el día cansado, sobre todo del estrés de los momentos previos a empezar a correr, pero una ducha hirviendo y un descanso tranquilo me cargan las pilas para lo que nos espera.
Sábado, 29 de marzo. El primer tramo es difícil, pero si sale bien podemos empezar la revancha. Salimos a un ritmo altísimo y antes de la mitad yo me doy cuenta de que la cosa va bien. Quizás el tiempo no sea bueno, igual no le ganamos a nadie, pero el ritmo que llevamos hace que las sensaciones sean brutales, de las mejores que recuerdo a bordo de un coche de carreras. En algún momento pienso que no puedo pensar, porque si pienso que estoy pensando, me quedo atrás, así que no pienso y sigo a lo mío. Al llegar a la meta le digo a mi piloto que me lo he pasado “que te cagas”. Él también lo ha disfrutado, así que ya estamos sonriendo para todo el día.
El tramo 2 es algo más sencillo que los otros, pero también tiene su aquel. En La Atalaya hay como una mística especial. Aunque no está dentro de los tramos más repetidos en los famosos rallyes de “El Corte Inglés”, correr allí siempre mola.
En la meta compruebo que, debido a nuestro buen hacer y a unos problemillas en el coche de Raúl Quesada y Dani Sosa, nos colocamos delante de ellos con una exigua ventaja de 2.3 segundos, por lo que todavía queda mucha tela que cortar.
Descansamos en el reagrupamiento y la asistencia, aunque poco. La idea inicial era seguir con las mismas ruedas rotándolas de eje, pero el equipo decide que vamos a luchar por mantener el segundo lugar con más garantías, así que… cuatro nuevas. Con eso y el cambio de la de repuesto al piso y viceversa, completamos el cupo de 12 neumáticos que se permiten usar. Todo controlado, claro.
De nuevo en el tramo largo nos tiramos bastante a lo bruto y mejoramos nuestro tiempo, que sumado a una calada de motor del Hyundai de Raúl hace que afiancemos la posición y que podamos afrontar lo que queda bajando un pelín el pistón para no cometer errores.
En los dos últimos tramos administramos la diferencia usando la cabeza y cruzamos la meta en las inmediaciones de San Mateo felicitándonos por el buen día que hemos tenido. Estamos contentos por el puesto conseguido, pero sobre todo estamos pletóricos porque hemos hecho un buen trabajo. Nos hemos compenetrado a las mil maravillas, no sólo nosotros dos sino todo el equipo, así que experimentamos la sabrosa satisfacción del deber cumplido.
En el control stop nos esperan para abrazarnos Raúl y Dani. Estoy segurísimo que a poco que el Hyundai se lo permita, vivirán alegrías más grandes que la de este tercer puesto. Yo, aunque me siente en otro coche, estaré cerca para disfrutarlas con ellos.
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Las relaciones personales son lo importante (foto: canarias_rally_motorsport) |
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Entrevista fuera de protocolo. Es lo que tienen los amigos (foto: Carol Jiménez) |
Regreso a casa, apestando y empegostado por el champán, embotado en las reflexiones habituales post-carrera mezcladas con las conversaciones de mis hijos sobre cientos de temas a la vez, que intento ordenar para que les queden las cosas claras. Poco a poco.
Cuando termina el día y se cambia la hora, asimilo que voy a dormir poco y que el descanso para correr mañana va a ser algo escaso, pero estoy empeñado en que voy, y voy.
Domingo, 30 de marzo. A las 9:00 de la mañana correteo por el campo de fútbol de la ULPGC intentando movilizar mi cuerpo y sintiendo la molienda del día anterior. Aunque la gente crea que vamos todo el tiempo sentados (que es verdad), ir de copiloto produce un gasto físico y mental que hace que el cuerpo se resienta, y más el mío que voy ya tirando a viejo.
Cuando falta poco para la salida y tengo dudas de si seré capaz de llegar a Vegueta de una pieza, consigo motivarme y vuelvo a empeñarme en que voy, y voy. En el primer kilómetro, que discurre por el interior del campus universitario, voy adelantando gente poco a poco. Cuando voy bajando al barranco miro para el otro lado y veo que delante de mí va un grupo grande de gente, pero cuando lo voy subiendo y miro al lado contrario, compruebo que por detrás hay un rancho enoooorme de runners. Por todo el Guiniguada voy a un ritmo vivo. Tener el sol en la cara todo el recorrido no me ayuda, pero en algún momento de debilidad hablo sólo y me digo que levante la cabeza, que estire las zancadas y que siga. No me doy ni cuenta de que los metros van cayendo y llego al avituallamiento muy fresco, a tope. Me mojo la cara y la cabeza para refrescarme, cojo unas cuantas pastillas de goma y sigo. No sé por qué, decido metérmelas juntas en la boca y aunque las voy masticando despacio, se me hace una bola que parece silicona, por lo que tengo que acabar escupiendo la mitad debido al riesgo de morir asfixiado. Al salir al asfalto decido apretar, más. Mi objetivo era terminar en menos de 75 minutos, pero si me apuro puedo llegar a ser capaz de bajar de los 60. Vuelo (dadas las circunstancias y comparado conmigo mismo en otras carreras) por la calle Juan de Quesada para girar hacia la catedral y cruzar la meta en Santa Ana parando el crono en 1 hora justa, ni me lo creo. Cuando me paro tengo que sentarme porque, ahora así, el cuerpo me manda una señal de que ya está bien de esfuerzos. Por simple curiosidad le pregunto a mi padre que si habré llegado entre los 390 primeros y me dice: “no han llegado ni 100 antes que tú”. Aunque me da igual el puesto y las clasificaciones ya que siempre corro por el simple hecho de hacer deporte y superarme, siempre mola verse lo más arriba posible, así que miro los tiempos y cuál es mi sorpresa al verme en el puesto 78º de los casi 400 que salimos.
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Pensé tener mejor cara.. |
Igual que el día anterior, vuelvo a casa enfrascado en las charlas de Aroa y Adrián sobre todo y sobre nada a la vez, pero contento por las sensaciones del fin de semana entero.
Cuando uno se embarca en proyectos que suponen dedicar tiempo y esfuerzo nunca tiene muy claro el resultado que se va a conseguir, pero dicen que las cosas que el destino nos tiene preparadas son inimaginables, y esta vez todo ha salido bien. Bueno, no es que haya salido bien, es que lo hemos hecho bien. Una vez leí que alguien dijo: “mientras más horas le dedico, más suerte tengo” y yo la completo con una reflexión mía: “la suerte es del que la busca, no del que la espera”.
En fin, que fue un fin de semana muy productivo y muy positivo. Aunque puedo equivocarme porque de 101 carreras que he hecho es complicado acordarme de todo, sí puedo decir que este rally de Santa Brígida ha sido de los más divertidos que recuerdo. Los tramos, el coche, el pilotaje de Julián y… el alto nivel de copilotaje (toma ya!!) todo mezclado hicieron una combinación casi perfecta para que pudiéramos vivir eso. Me volví a sentir copiloto de verdad. En la trail también disfruté porque me sentí cómodo en todo el camino, no sufrí y me lo pasé bien.
Me quedo con todo eso, con las sensaciones y la diversión, que no es poco.
Aquí me despido. Antes de empezar a escribir me surgieron dudas de si merecía la pena, ya que las últimas veces apenas nadie quiso leer mis aventuras, pero luego pensé que aunque a nadie le interese, así quedan guardadas por escrito mis memorias, por si mis hijos quieren hacer un libro y publicarlas cuando yo no esté.
Nada más. Resumo toda esta cantidad de palabras en que, en general, lo disfruté y estuve bien, física y sobre todo mentalmente, y eso no se da todos los días.
Gracias a Julián y su equipo por cederme la carta de navegación y fiarse de mí en todo momento para marcar la pauta. Espero (y eso creo) que lo haya hecho bien.
Nos vemos en la próxima!! Siempre hacia una meta!!