miércoles, 3 de octubre de 2018

Rallye Villa de Teror 2018: Alcanzando un sueño


Otra vez más te doy la bienvenida al blog. Esta vez tenemos la intención de contar de la forma más breve posible lo que vivimos y sentimos en el pasado rallye Villa de Teror. Vamos a ver si me sale.


Para esta carrera con tramos tan cerca y cómodos para reconocer, los entrenos debían contener más cantidad que otras veces y así fue, porque en unos cuantos ratos sueltos por las tardes en días sueltos de semanas sueltas, sin darnos apenas cuenta le habíamos dado ocho pasadas a cada tramo, y eso multiplica por dos la media habitual del resto de la temporada, pero bueno, no perdimos mucho tiempo por aquello de que todo era cerca. Cierto es que para los copilotos es un trabajo engorroso entrenar tramos así cuando trozos de uno se repiten en otro, porque a la hora de coger notas se hace una vez sola, pero luego tienes que pasar esa zona repetida a otra parte de la libreta para juntarlo con el otro pedazo de tramo, y en esta ocasión eso pasaba varias veces, así que cómodo de entrenar, pero incómodo de gestionar, no por la dificultad, sino por el tiempo empleado en escribir varias veces lo mismo.

La semana previa entramos de lleno en modo rallye al tener bajo mis pies (en el garaje de mi casa y la de mi primo que es al lado) los históricos coches de los británicos que han venido a participar en Teror con motivo de la unión con el Gran Canaria Historic Rallye. El MG Metro, el Sierra Cosworth, el Talbot y el Célica entran y salen de mi calle y circulan por el pueblo durante tres días para el regocijo de quien se los encuentra por el camino, y nosotros privados. 
Toyota Célica

Ford Sierra Cosworth

Talbot Lotus

MG Metro


Los preparativos están terminados y llega el día de la carrera. Este año hay un tramo el viernes, así que todo se adelanta un poco, hasta las verificaciones en las que el Porsche entró antes de su minuto sin que yo me diera cuenta por la insistencia de uno ahí que apretó a Julián para que pasara las pancartas, aunque después de mi lógico ataque de nervios, la Organización me informó de que se estaba permitiendo entrar por adelanto. Para la próxima, mejor que lo comuniquen y después entramos y no al revés. Una vez verificado todo, al ser de los primeros de la lista (el 2, el número más bajo con el que he corrido nunca) nuestro coche queda aparcado en la zona noble del parque cerrado con la Basílica del Pino de fondo. 
Marco incomparable

Una vez hecha la ceremonia de salida, con bastante público por cierto, ultimamos los detalles en la asistencia y empiezan los nervios previos. No me da buena espina el tramo nocturno y quiero quitármelo de encima sobre la marcha. En el enlace me amarro y enciendo la cámara con mucha antelación, ya que con la noche y después de casi tres meses sin subirme al coche, no quiero agobios de última hora. En la salida, me dan el carnet de ruta y me percato de que hay algo escrito fuera de las casillas habituales, así que me fijo bien y se trata de un 30, por lo que salimos sólo medio minuto después del coche anterior y en ese momento, entre que colocamos el coche en la marca de salida, entrego el carnet, lo rellenan y me lo devuelven, quedan pocos segundos para echarnos a correr y le digo a Julián lo que hay a toda prisa, dándonos tiempo de hacerlo todo bien. Menos mal que mis ojos vieron aquel 30 fuera del recuadro, porque si no… ni sé que hubiera pasado. Luego me enteré de que se repitió el caso con más compañeros, con algunos incluso recogiendo el carnet a falta de 3 segundos para salir y por tanto saliendo tarde. Con eso y con todo, la primera vuelta no se nos da mal y en la segunda la intención es apretar un poco más. Pasando por un mirador que hay después de la vuelta de Los Alambres veo las luces traseras de un coche, pero no le digo nada a Julián por si acaso. Ya por los Llanos de Arévalo veo claro que es el Evo de Mingo con los cuatro indicadores accionados, señal de que va roto. Le digo a mi piloto “vamos a alcanzar a Mingo” y la verdad que aun no he terminado de decir la frase y ya estamos pegados a su parachoques trasero, justo antes de entrar en el viaducto, con la delicada frenada anterior y perdiendo totalmente la trazada buena para salir rápido de la horquilla, dudando unos segundos él dónde arrimarse y nosotros por dónde pasarlo. Resultado, medio trompo pisando la valla que según mis cálculos nos hace perder unos 6 o 7 segundos y con ello claramente el scracht del tramo, por lo que llegamos a la asistencia con una rara sensación, sabiendo que al día siguiente no vamos a acercanos al liderato (no porque no seamos capaces, sino porque no hay necesidad de riesgos) de la prueba. Antes de marcharme espero que lleguen mis amigos Raúl y Dani, que se han llevado un susto más que importante al tener que esquivar un coche que se había quedado atravesado tras hacer un trompo. Raúl llega llorando y me limito a darle un abrazo, porque en un momento así las palabras no sirven para nada. Finalmente todo se calma y a dormir.
Con dos tíos grandes!!!

Amanece en Teror con un tiempo veraniego que nos va a hacer pasar calor, así que meto en la mochila una camiseta ignífuga de repuesto, porque son anti-fuego, pero no anti-sudor.

Primer tramo Los Castillos-Zumacal, super raras mis sensaciones. No estoy a gusto y tengo la impresión de no ir al ritmo que debo. Julián me dice que voy bien, pero yo me noto extraño. El tiempo es el normal teniendo en cuenta nuestro ritmo y nos ponemos segundos clasificados. En el otro tramo, todavía yendo yo de mala manera, vemos chorreras de valvulina en el asfalto y deslizamos en alguna curva de forma peligrosa, llegando a tocar una valla por mi lado. Como el reguero sigue hasta la meta, decidimos no arriesgar.
En la bajada de San Isidro recupero un poco las sensaciones, pero es tan intenso que llego a meta cómo si hubiera venido corriendo al lado del coche, por lo que tampoco estoy contento.

En la asistencia cargo un poco las pilas y decido que en la próxima sección tengo que sacar lo mejor de mi mismo, por lo que en el nuevo paso por Los Chorros exprimo a Julián para que no se guarde nada. En el cruce que entra para el barrio del Zumacal, que es una curva larga de izquierdas, no levanta el pie del metal pasando esa y las siguientes semicurvas a fondo y parece que nos vamos a echar a volar contra las cañas. Adrenalina a tope. Marcamos el scracht y por fin las sensaciones han sido recuperadas. Supongo que también ha tenido que ver que hemos cambiado las presiones de aire en las ruedas y el comportamiento del coche ha mejorado.
Llegando a Los Chorros
Bajando Las Lagunetas otra vez tenemos problemas. Arriba del todo Julián me dice que me oye poco. A mitad de la bajada me dice que apenas me oye. Llegando a meta ya no me oye nada. Lo más raro de todo es que yo a él si que lo escuchaba perfectamente, así que voy desconcertado total y él aflojando más de lo debido por si acaso. Acabo el tramo haciendo señas indicando el grado de cada curva, pero el resto de indicaciones de las notas es imposible hacerlas con las manos, así que perdemos bastante tiempo, aunque mantenemos el lugar en la clasificación.
En el enlace vamos a cambiar la pila de la centralita de interfonos, que aunque es nueva y la puso Ari el viernes por la tarde, podría estar fallando, aunque me extraña porque si ese fuera el problema, yo tampoco hubiera oído nada. Al intentar solucionarlo veo como el cable que conecta el audio a la cámara se ha enrollado en la rueda de subir y bajar el volumen del lado del piloto y se ve que en cada curva se movía hacia el “menos”. Me siento fatal porque el día anterior Miguel me dijo que le pusiera un cintillo al cable por si acaso molestara y yo pasé de todo en aquel momento, pero ahora después de lo que acaba de pasar, mando a Julián a ponerle dos por si acaso.
Son casi las dos de la tarde y el calor aprieta de lo lindo. De camino a Utiaca bromeamos con la posibilidad (ficticia, claro) de poner el aire acondicionado, bajar los cristales y poner un disco de Camela a todo volumen, canciones que por cierto, llegamos a cantar hasta entrar en el control horario. En la meta del bar de Boro, con muchos conocidos de Teror viendo aquello, mejoramos un poco nuestro tiempo y sumado un trompo del inmediato perseguidor, hace que ya tengamos amarrado casi definitivamente el segundo cajón del podium, pero las carreras se acaban cuando se terminan y hay que esperar.
Pasando por Los Corrales

Ahora tenemos una asistencia de dos horas, en la que aprovechamos para refrescarnos, cambiarnos de ropa, comer y dormir un poco, sobre todo Julián que se tiró en el suelo del camión y a pesar del ruido de los coches entrando y saliendo a 10 metros de sus orejas, se quedó trancado como si estuviera sólo en medio de un desierto. Yo como no duermo mucho de noche, menos lo hago de día, así que me dedico a estar con mi familia y con unos y con otros. Antes de salir, varios miembros del equipo (Noelia y Marcos) me dicen que tienen una corazonada de que va a pasar algo bueno, y me dejan pensando.
Team Palmita Sport
Nos vamos al tramo largo, pasando otra vez por Valleseco y Lanzarote también saludando a gente habitual. La consigna es hacerlo sin riesgos y divertirnos. Las ruedas no están para muchos trotes y no tenemos que jugarnos nada contra nadie. Empezamos con calma pero vamos aumentando el ritmo hasta alcanzar el final. En el posterior enlace al tramo de Aguas de Teror, miro los tiempos on line como hago siempre y me percato de que algo está pasando. Para empezar veo que Raúl y Dani no han tomado la salida, por lo que intuyo que se ha roto algo del Skoda y me da mucha pena por ellos, pero no puedo pararme a pensar porque también me doy cuenta de que están llegando a meta coches y el competidor que va (iba) ganando el rallye no lo hace. Primero pienso que puede ser un fallo de la aplicación de internet, que a veces se traba, pero cuando veo que el whatsapp echa humo con la noticia, miro para Julián sin decir nada varias veces hasta que él se harta de verme hacer el tonto y me dice más o menos: “no me jodas que vamos primeros”.
Me pongo muy nervioso antes del tramo final. Seis kilómetros me separan de uno de los sueños de mi vida. Si durante todo el día había sudado de manera descomunal, ahora estoy escurriendo como si me acabara de dar un manguerazo. Reviso la suma más de 20 veces y confirmo el resultado con otros compañeros. Estoy que ni veo. Justo antes de colocarnos en la salida, un hombre con barba nos hace señas a lo lejos y aunque no oímos lo que dice me dedico a hacer un doblaje de sus palabras y sus gestos acabando descojonados vivos dentro de los cascos. La verdad que nos vino de lujo porque las carcajadas liberan tensiones. Arrancamos en el tramo con calma pero bien. Primera vuelta sin contratiempos, advirtiéndole unas 40 veces a Julián que no tocara la chicanne. Segunda vuelta, ya por un ojo ni veo de los nervios, pero sigo haciendo mi trabajo. Sudo como si me fuera a derretir en cualquier momento. Afrontamos la chicanne por última vez y ahora digo unas 100 veces “no me toques la chicanne, no me toques la chicanne”, así hasta pasarla y por consiguiente cruzar la meta dando gritos y por supuesto cómo siempre me pasa, llorando como una magdalena. Acabo de ganar el rallye de Teror, mi rallye, que pasada. No me lo creo. Veo un cactus y pienso en sentarme a ver si todo ésto es verdad o el sueño sigue siendo eso, sólo una imaginación. Paramos en El Hoyo y nos damos un abrazo para celebrarlo. Último control del rallye y se ha acabado todo. No sólo hemos terminado el rallye sino que Julián se proclama campeón provincial, objetivo marcado desde que empezó la temporada. Yo tengo que esperar a la siguiente carrera, pero se podría decir que virtualmente lo tengo en el bolsillo, cosa que ahora mismo no me interesa tanto como haber ganado “el Teror”. Algunos restan mérito a la victoria alegando que ganamos porque se retiró el líder y hasta cierto punto puede que tengan razón, pero nosotros íbamos segundos y se dio la circunstancia de esa manera, que otras veces puede tocar al revés. Para ganar carreras hay que estar en ellas y acabarlas. Nadie me vino a buscar a mi casa cuando "la moto" se rompió diciéndome: "vamos pa la plaza pa qe ganes el rallye". Yo ya estaba allí, con mi trabajo hecho y los puntos en el saco, que luego por el azar de las mecánicas, fueron más.  
Entregando el carnet de ruta en el último control
En el parque cerrado me abrazo con Magnolia Herrera, que llora de emoción porque después del brutal accidente sufrido en este rallye en 2014 no había conseguido llegar a la meta final en Teror a pesar de haberlo intentado. Me alegro mucho por ella. También recibo el abrazo de Samuel Martín, habitual copiloto de Lauren García en Tenerife y que en esta ocasión acompañó hasta el segundo puesto a Benjamín Avella. Samuel es uno de esos amigos que haces en las carreras y que el paso de los años mantiene siempre ahí para cuando haga falta. Una alegría tenerlo en Teror y compartir ratos en los enlaces con él.
Finalmente recogemos trofeos y nos enchumbamos de “chispán” con todo el gusto del mundo, aunque a nadie se le esconde que mi alegría está un poco empañada porque Raúl Quesada y Dani Sosa no han podido terminar la carrera, aunque realmente casi no la pueden ni empezar y luego casi la terminan de forma trágica el viernes a la noche, así que duele un poco menos su abandono. Estaban haciendo unos tiempos estratosféricos y no tengo ninguna duda de que en la bajada de Ariñez se hubieran marcado un scracht de los hacen época. Por todo eso, mi triunfo también es un poco suyo, y de toda la familia del CD Flamer Motor Sport.
Acabamos la noche cenando bizcocho integral en casa de Julián porque el parrillero era él y la carne parece que estaba algo lenta. Menos mal que conduce mejor de lo que cocina.
No sé ni que más decir. Me gustaría contarles a todos los aficionados que llevan toda la vida en esto, lo bien que lo pasamos y lo bien que nos llevamos casi todos los compañeros. Se respira buen ambiente y nunca falta una risa en cada parada previa a los tramos y un “suerte para todos” cuando cada uno arranca a su minuto. Eso sí, algunos ni saludan, ni hablan ni desean suerte, pero para que haya mundo tiene que haber de todo, incluso con esa actitud nefanda.

Ahora mismo siento una satisfacción enorme por haber conseguido ganar el rallye de Teror, en mi pueblo de nacimiento, donde crecí, donde vivo y donde muchas ediciones de la carrera y muchas entregas de premios vi sin pensar siquiera que un día estaría yo ahí. Luego corrí varias veces (once antes de ésta) anhelando algún día llegar a eso pero sin demasiada convicción, y ahora me vi levantando el trofeo en la Alameda, donde tantas y tantas horas de mi infancia y adolescencia pasé. Circulé a bordo del Porsche un montón de veces por las calles de Valleseco, lugar que me ha acogido maravillosamente en la última década y que también ya es mi pueblo, así que por unas cosas y por otras, HE GANADO MI RALLYE, con mayúsculas. No puedo pedir más.
Sinceramente, me he quitado un gran peso de encima que de forma involuntaria tenía. No era presión, porque no pasaba nada si no ganaba nunca, pero ahora que lo he conseguido puedo usar la frase esa de “ya me puedo morir tranquilo”, aunque cambiando lo de morirme por lo de jubilarme, por si acaso.

El día después de la carrera me hicieron varias entrevistas y en una me preguntaron que a quién brindaba el triunfo, y me eché a llorar, otra vez. Le he dedicado a este deporte prácticamente 38 años de mi vida (todos) y he empleado muchísimas horas en preparar y vivir los rallyes, así que no puedo dejar de acordarme de…
Mi madre Pini, que en casi todas las carreras que he disputado ha estado en la asistencia conmigo (hasta en la península).
Mi primo Ale, hoy jefe de tramo, comisario deportivo y varias cosas más. Con él empecé a ir de comisario de seguridad, a ver carreras y a vivir esto de otra forma.
Mis amig@s de siempre a los que no les gustan las carreras pero que nunca dejan de mandar un mensajito y que cuando les queda cerca como esta vez, se acercan a ver algo (siempre que haya un bar cerca, claro).
Mis compañeros de trabajo, que siempre acceden a los cambios de turno rocambolescos que les pido para poder estar libre cuando hay prueba.
Mi suegra Juani que nos hecha una mano enorme cuidando a los niños y haciéndonos la vida un poco más fácil, y que aunque no va a las carreras, hace mucho para que yo pueda ir.
Mi familia postiza, los Quesada, con los que he vivido y sigo viviendo tantas cosas que siempre están en mis pensamientos, especialmente Raúl que aquí volvió a demostrar que es un fuera de serie, ayudado como siempre por un mito de los de verdad como es Toñi Ponce y ésta vez por el gran Dani Sosa, que es otro crack. 
Mi padre Gonzalo me ha dado el banderazo de salida en las doce ocasiones que he cruzado la rampa de salida en Teror, y sé que siente mi victoria como si fuera suya.
Como yo los llamo, los amigos de los rallyes. Ellos saben quienes son (típica frase que se escribe para cubrir las espaldas y así no olvidarse de nadie). Son serendipias, porque me los encontré de casualidad y me han servido para mucho en todo este tiempo.
Los pilotos con los que he corrido en todos los años que llevo activo. Todos y cada uno de ellos tienen su parte de culpa de este triunfo, porque de todos he aprendido algo y todos los conocimientos valen para conseguir metas.
Por supuesto Julián, Noelia, Mario, Carolina, Ari, Lauren, Marcos y toda la familia y amigos del Team Palmita Sport, con los que estoy viviendo una temporada inolvidable y son parte imprescindible de lo que he conseguido. 
Todos los aficionados que han animado el paso de cualquiera de los coches en los que yo iba dentro. Eso siempre llena. 
Adrián, porque sin darse cuenta me hace ver todos los días que la energía de un niño de casi dos años es la que debería tener un adulto para conseguir lo que se quiere, aunque el jodío debería dormir un poco más y gritar un poco menos.
Aroa me hace aprender también cada día que hay que hacerse respetar y empeñarse en luchar por sus metas, aunque sus formas a veces no son las mejores, lo hace lo mejor que puede y cuando no lo consigue a la primera, cambia la estrategia y lo vuelve a intentar.
Mi maravillosa mujer Leti, porque sacrifica muchas horas de su vida cuidando de los niños, yendo y viniendo, durmiendo poco y lo que haga falta para que yo me dedique a las carreras. Siempre tiene una sonrisa y un beso preparado para cada momento porque sabe que yo sin rallyes no puedo vivir, pero sin ella tampoco.
A toda esta gente que he nombrado por ahí pabajo y al tremendo curro que me he pegado desde el 2001, les debo mi éxito, 
Si me he olvidado de alguien por favor espero que me perdone, pero aunque no estén escritos todos los que son, sí que son todos los que están, y ellos y yo lo sabemos.

Esta parte final suena a despedida y de momento no lo es, pero habiendo ganado en Teror me veo en la obligación de hacer una especie de balance general, porque siento que he tocado techo en mis humildes aspiraciones. He cumplido un sueño, literalmente.

Y ya me he quedado vacío de palabras y seco de lágrimas así que no puedo escribir más, porque no me sale nada y porque no veo.

Muchas gracias por perder un rato de tu tiempo en leer estos relatos, que también me han servido al cabo de los años para seguir creciendo.

Recuerda que a veces, si pones de tu parte todo lo que hay que poner, los sueños se cumplen.
Nos vemos en Maspalomas!!!!
"Certificado oficial". Un trofeo que guardaré toda la vida y una botella de cava del caro

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