Hola de nuevo.
Como
ya es costumbre y casi obligación, publicamos otra entrada relatando
lo vivido en los acontecimientos deportivos que hemos disputado, en
este caso se nos juntan el rallye Comarca y la trail de Teror.
No
tengo intención de extenderme mucho porque no hay tiempo que perder
para seguir en marcha, por lo que seré claro y conciso, o eso
espero.
Mientras
trotaba una dosis de kilómetros me llamó Julián Falcón para
preguntarme si estaba disponible y quería correr con él, ya que su
copiloto de este año tenía una mano fastidiada y no podría
disputar el rallye Comarca. Teniendo en cuenta que al haber ido de
coche 0 en el Gran Canaria me había despertado el gusanillo y que
este rallye siempre está bien organizado, además de que el diseño
del itinerario era sencillo de preparar, le digo que cuente conmigo.
En el 2018 hicimos un buen año y aunque en algunos momentos no lo
pasé bien sobre todo en las dos últimas carreras, tengo claro que
Julián valora el trabajo del copiloto y eso me anima a aceptar su
oferta. Negociamos las condiciones y concretamos en que saldremos
juntos.
Entrenamos
los pocos ratos que tenemos disponibles y dejamos todo trabajado con
seis pasadas por tramo, y ya no queda más que esperar la semana del
rallye, siempre buscando tiempo para seguir con el running.
Con
las modificaciones de las medidas sanitarias, el programa horario
sufre algunas variaciones, pero aun así tenemos tiempo de pasar las
verificaciones en Guía, montar la asistencia en Arucas y volver al
Norte a recoger el coche y el carnet de ruta. Vuelvo a confirmar esa
tarde que las vísperas de rallye son una pesadez tremenda, pero es
verdad que hablando con todo el personal presente se hace ameno.
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Néstor Gómez. El mejor. |
Madrugón
como de costumbre y al lío. Me había regulado los arneses a ojo y
sin mucho énfasis, la verdad. Al amarrarme con el hans en la salida
del TC 1 resultó que sí estaba bien atado y sujeto, pero sobraba
poca tela y tenía que apretarme con algo de sufrimiento en los
dedos. Al final del día terminé con dolor en los antebrazos
de tanto repetir el movimiento de estrujar la tela para que el cinto
me hiciera lo propio a mí. Te preguntarás por qué no lo coloqué
de forma más cómoda en la asistencia, y la respuesta es que eran de
poco tiempo y entre los códigos de las ruedas, refrescarme y comer,
no estuve al tanto de los cinturones.
Durante
todo el día rodamos muy lejos de la cabeza, cosa que ya sabíamos
que iba a pasar, pero rondando siempre el tercer cajón del podium en
una entretenida lucha con el otro Porsche en carrera. En Gáldar
pensábamos que íbamos bien, pero él siempre nos ganaba y nosotros
no mejorábamos nuestros tiempos, aunque aparentemente el ritmo era
mayor. En Artenara no terminamos nunca de ir cómodos, y no le pude
encontrar la explicación. Pero en Moya nos tirábamos fuerte
y sobre todo en la última pasada imprimimos un ritmo constante y
consistente para intentar coger la medalla de bronce, que se nos
escapaba inicialmente por pocas décimas. De todas maneras estamos
contentos porque lo hemos pasado bien. Yo personalmente me divertí
desde la primera curva, y ya en esa salida del primer tramo me quité
la espina clavada en ese mismo sitio el 2020.

Me
costó un poco adaptarme al tempo del coche pero desde que le cogí
el truco conseguí ir a gusto y disfrutar del día, a pesar de que en
los enlaces el Porsche es muy incómodo. Y la jornada acabó cuando
llegando a mi casa me comunican que por la aplicación de un artículo
del reglamento, penalizan con un minuto a nuestros rivales y
oficialmente somos terceros. La verdad que no me importaba demasiado
el puesto ya que mi único objetivo era trabajar de forma correcta y
pasarlo bien, habiendo cumplido esas dos premisas, así que acepto la
posición final de la misma manera que estaba.
Fue
un buen día de carreras y al estar más flaco me noté con más
facilidad para desempeñar mi función. No es que esté hecho un
alfeñique, pero no tener tanto lastre acumulado en la zona abdominal
siempre ayuda.
Y
todavía con el zumbido del ruido del coche metido en
la cabeza, me levanto temprano para hacer el último entreno antes
del Desafío de Los Picos, marcharme una semana de vacaciones y
volver para presentarme en la plaza del Pino con una lumbalgia que me
hace dudar si seré capaz de correr algunos kilómetros.
Me
dopo debidamente y tomamos la salida con calma por si acaso. Al
entrar en El Chorrito hay un atasco de gente y tenemos que parar o
caminar muy despacio, pero hay buen ambiente. Al empezar a subir
hacia el Peñón Chiquito resulta que debíamos ir por un camino que
yo no había entrenado, así que toda la previsión de tiempos y
demás que tenía hecha no sirve para nada, porque no conocía y no
contaba con esa pechada en subida.
Llegamos
al barranco sin mucho sufrimiento y empezamos a subir hacia Guanchía. Asciendo con menos agobios de los esperados y en el avituallamiento cojo
unas almendras y recargo agua. Ya es de noche y al entrar en Osorio
no acierto a ver a mi familia porque pensé que estaban en otro sitio
y justo donde me animaban yo iba abriendo un gel medio ciego por la
falta de costumbre de correr al oscuro. Imperdonable error.
Llegamos
al famoso acueducto y subimos los 3 repechos que nos llevan al Pico.
Para mi sorpresa, no estoy pasándolo del todo mal. Las piernas y la
espalda me responden moderadamente bien y me veo con fuerzas para
bajar rápido hasta el pueblo, aunque a la hora de la verdad se
complicó la cosa porque se metió la habitual bruma de la zona, que
mezclada con el polvo y que la luz se me movía más de la cuenta hacía
que fuera bastante incómodo.
Al
llegar a la casona de Osorio decidimos apretar el paso y lo
intentamos, pero por la “casa de las pulgas” noto que la fatiga
no me deja correr como yo quiero, aunque sigo todo lo rápido que
puedo y entramos en la calle Real 2 horas y media después de haber
tomado la salida.
La
marca no da para ganar nada ni de lejos, pero en un reto de este tipo uno compite contra
uno mismo y las circunstancias, y puedo asegurar que tanto una cosa
como la otra no eran del todo favorables.
Cruzo
la meta al lado de Aday, que a pesar de ir todo el camino peleándose
con su bidón de agua y su frontal, pudo correr más rápido de lo
que lo hizo, pero siempre esperó por mí cuando me quedaba rezagado.
Se lo agradezco de corazón porque seguramente con la mala gana que
yo tenía debido a las molestias físicas con las que empecé, si no
hubiera ido con él, no habría terminado o quizás ni empezado.
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Gracias Ortiz!!!! |
Y
fin del relato. Dos eventos exigentes en una semana, los dos
completados con relativo y modesto éxito. Lo siguiente no sabemos lo
que será ni cuándo será, pero en cualquier caso iremos con la
lección aprendida en estas dos carreras que te he contado: cada uno
tiene una misión, pero apoyarse en los demás (si sirven para ello
como fue este caso) sube las posibilidades de éxito.
Gracias
a Julián, su familia y su equipo por confiar en mí de nuevo.
Gracias a mi cuñado Juanillo que me exprimió en los entrenos
que compartimos y eso me hizo rendir mejor y gracias a mi gente por aguantar mis tontunas una y otra vez.
Seguimos, siempre hacia una meta!!!