jueves, 18 de abril de 2013

Rallye Villa de Santa Brígida 2013. Sin frenos y a lo loco.


Esta historia empezaba una mañana cuando veía un mensaje del amigo Edu González comentándome que la noche anterior había hablado con Osmundo Ramírez sobre el rallye de Santa Brígida, ya que no tenía copiloto y buscaba uno. Edu ya tiene programa cerrado por lo que se acuerda de mí. Sobre la marcha llamo a Pedro Domínguez para que me haga la gestión, ya que tiene buena amistad con Osmundo y puede ser un buen emisario.
Esa misma mañana el trato está cerrado, a falta de probar un día si nos compenetramos bien. Pasaron los días y por temas económicos corrimos y dejamos de correr varias veces, hasta que al final la cosa acabó en que sí corríamos, menos mal.
Los entrenamientos son pocos debido a la cercanía del fin de plazo, pero sobrados para tener unas notas buenas y una preparación más que suficiente. Lo más destacado fue una curva en La Atalaya que Mundo me dijo que apuntara “por la cuneta, y a tomar por culo”. La apunté haciendo un garabato, ya que la risa no me dejaba escribir como debía. Sería la primera carcajada de muchas. Al final del todo el proceso de reconocimientos, cuando ya no íbamos a ir más, el piloto lo resumió con un “maravilloso, y que sea lo que Dios quiera”.
La primera toma de contacto con el coche es bestial. En las rectas de La Milagrosa corre de forma exagerada y me quedo impresionado con el empujón que pega al soplar el turbo. Las sensaciones son buenísimas, porque desde el minuto 1 se nota a la legua que Mundo controla el coche como si fuera una parte de su cuerpo, y la seguridad es total.
La semana de la carrera transcurre de manera normal. Poner pegatinas, montar ruedas en llantas, comprar gasolina y poco más. 
Ya con todo preparado
Como era raro que todo fuera tan bien, saliendo de las verificaciones administrativas suena el móvil y desde la Federación me dicen que han revisado papeles y nosotros no hemos hecho el ingreso de la inscripción. No pasa nada, todos tranquilos. El fallo es de ellos y no nuestro. Cuando las cosas se hacen bien siempre se pueden solucionar los malentendidos. Al final resultó que se traspapeló el justificante, y al mirar un extracto de la cuenta se comprobó que estaba todo bien.
De las verificaciones técnicas y la ceremonia de salida no hay mucho que contar. Todo dentro de lo esperado y ligerito, nota positiva esa, ya que el paso por la rampa empezó a las ocho y a las nueve ya estaba terminado el acto, habiendo pasado setenta y pico coches.
Llega el día de la carrera. El momento que tanto tiempo llevaba esperando. Tenía la necesidad de sacarme la espina de la jubilación forzosa por culpa del trabajo en 2010 y del fiasco mecánico la noche anterior al rallye el año pasado. Podía pasar cualquier cosa aun, ya que no habíamos ni puesto el coche en marcha, pero algo me decía que todo iría bien.
Paso por el baño del polideportivo durante un ratito curioso y a correr. Bastantes nervios en la salida del primer tramo, Pino Santo de Las Meleguinas a Los Silos. Estoy cómodo en el coche con el sillón, con los cintos, con el casco (que es de Osmundo porque el mío no conecta con el interfono del coche) y con todo. Aun estando bien, estaba nervioso, y Mundo también. Es lo normal supongo. A pesar de llevar un montón de carreras en las costillas, siempre tienes esa tensión nerviosa que, por otra parte, se nos quita del todo nada más pasar la primera curva. Hacemos las famosas paellas y toda la zona interior a buen ritmo, cruce de Pino Santo y… empieza el calvario. En la curva del taller Mundo me dice que el coche no frena bien. De ahí a la meta tenemos que ir con mucho cuidado, frenando con un montón de antelación, varias veces con el freno de mano y otras con el corazón. El tiempo es malísimo, ya estamos enterrados en la clasificación. El objetivo inicial de rodar entre los veinte primeros para luego ir ascendiendo se cristaliza igual que las pastillas de frenos que llevamos, que no han sido rodadas lo suficiente, por lo que apenas hacen su función, ni siquiera en los tramos de enlace. 
Primeras curvas del rallye
Hacemos tres tramos más en esas condiciones, por lo que te puedes imaginar el sufrimiento, sobre todo de Mundo que se tiene que pelear con el coche a muerte para ir rápido y no correr riesgos. Terminamos la primera sección en el puesto 24º, mezclados con los Yaris. No van bien las cosas.
En la asistencia, se decide lijar las pastillas para hacer desaparecer la parte cristalizada y que funcionen, pero no da mucho resultado. Van un poco mejor, pero el coche sigue frenando poco. De todas maneras, Mundo está envenenado y sale en La Atalaya como un loco a un ritmo altísimo. Yo voy al lado encantado de la vida, cantando notas a todo tren y disfrutando de lo rápido y estable que es el coche, hasta que al llegar a la zona más veloz del tramo veo a unos aficionados haciendo señales de que aflojemos. Le digo a Mundo que frena para ver lo que hay y al avanzar otro poco vemos la fila de coches parados en ambos lados de la carretera y los compañeros fuera de ellos. El instinto de comisario me hace salir del coche corriendo a ver que ha pasado. El “soplillo” de Alexis tiene la rueda de atrás arrancada de cuajo, pero no aprecio que el coche tenga nada más y ellos están bien, así que decido correr hacia atrás y avisar a los coches que vienen. Entiendo que hacen mas caso a un compañero con el casco puesto que a unos aficionados haciendo gestos con las manos. Al final todo quedó en un susto y hubo suerte de que no pasara nada, porque aquella zona es muy rápida y podía haber sido peor.
Antes de la salida de Tenteniguada, estamos hablando con otros compañeros y Mundo dice que le dolía el gemelo de hacer tanta fuerza encima del pedal de freno. Realmente la frase fue: “me da que se me saltó una vena del gemelo”. Encima después se pone el casco y el hans, se ata el arnés y cuando se va a conectar el interfono tenía un nudo hecho entre el cable y uno de los cinturones, por debajo del hans y con la hebilla del casco. Si se propone hacerlo, no le sale. Le digo que parecía Pepe Viyuela y otra vez llegamos al control horario muertos de risa.
Hacemos el resto de sección lo mejor que podemos, y llegamos al parque de trabajo en la posición 19º. Somos realistas y sabemos que estamos entre los veinte primeros porque se han retirado varios coches y no por logros nuestros, aunque no es poco mérito ir terminando tramos sin frenos de ninguna clase y estar enteros.
Ahora sí, decidimos cambiar las pastillas de frenos por otras diferentes y muy viejas. Mundo dice que son por lo menos del año 90, aunque supongo que exagera… o no. En la salida del parque de trabajo hay un chiringuito con latas de cerveza entongadas en una repisa. Se nos pasa por la cabeza quedarnos allí y no correr más, y no sólo lo pensamos sino que nos lo decimos, pero en plan de broma. Risas otra vez.
En el enlace a La Atalaya le pregunto si nota que el coche frene mejor, y me dice: “espera a ver, porque estas pastillas sólo trabajan bien en caliente, como una perrrrrra” (así con todas esas erres). La gente que nos veía pasar diría si estábamos locos, muertos de risa dentro del coche. 
Nos reímos todo lo que quisimos
Salimos en ese tramo, primera frenada en la “curva del chocolatero” y Mundo me dice que hay mejoría en los frenos. Ante esto no me queda otra que decirle que suba el ritmo con confianza y corra todo lo que pueda. Hacemos los tres tramos mejorando los tiempos del día, aunque tampoco demasiado ya que la motivación ya no era muy alta y el kilometraje tampoco daba para mejorías exageradas. Pasamos la última meta y nos vamos a la asistencia para terminar el rallye, clasificados 18º. No estamos contentos del todo porque el resultado no es bueno, ya que Mundo está acostumbrado a rondar el décimo puesto normalmente, pero estas cosas pasan y forman parte del juego. Por lo menos terminamos y como le dije a él, podemos hacernos otra ralla en la lista de carreras terminadas.
En la asistencia ya no quedan ni las migas del queque que llevó mi mujer, así que nos comemos unas galletas para ir recuperando. Durante el día apenas como nada, no sé si por manías mías de que me va a sentar mal, o es lo normal para no andar con la barriga llena dando tumbos dentro del coche.
Nos vamos para el casco de Santa Brígida a pasar por la rampa final, para lo que hay que esperar una hora y media en la cola hablando con unos y con otros. Es un trámite irremediable, pero la espera se hace eterna. Cuando nos toca el turno de pasar nos dicen que somos el primer clasificado de la gente del pueblo (sin contar a Samuel Marrero-Víctor Déniz que fueron 2º absolutos), por lo que nos entregan un trofeo. Nos reímos otra vez dentro del coche diciendo que cómo me van a dar a mi esa copa siendo de Teror. Decir en este punto, que el detalle es genial y quedará de recuerdo, pero la copa en sí se nota que es reciclada con la placa cambiada, porque está picada por dentro, con las piezas sueltas y rotas. La arreglaremos y guardaremos, pero el Ayuntamiento de la villa satauteña podría habérselo currado un poco más en ese aspecto.
En lo que termina la ceremonia de llegada y se abre el parque nos comemos una “sartená” de papas fritas y nos bebemos unas cervezas. Era un objetivo que comentamos durante algún enlace y había que cumplirlo.
Antes de irnos a casa, sesión de fotos muertos de risa. Unas salen oscuras, otras salen movidas… pero todas son bonitas.
Estoy encantado de la vida, lo puedo decir a viva voz. En aquellos momentos miro para los que allí estamos y nos estamos meando de risa unos de otros. Me doy cuenta de que, por lo menos en aquel momento, Javi, Víctor, Mundo, Mari, Leti y yo somos felices, y eso no se puede decir todos los días. 
El equipo completo, falta Javi que fue el fotógrafo
Es cierto que cuando uno controla lo que hace a base de experiencia, constancia y porque no decirlo, algo de “buena cabeza”, las cosas salen casi siempre bien, por lo menos en lo que uno debe dominar. Mundo controla el coche, parado y en carrera. Se conoce todos los ruidos y todas las piezas, y desde por la mañana le dije que esa era su misión. Esa y conducir todo lo rápido que pudiera, además de seguro. Cumplió con creces, y no fue fácil.
Mi trabajo era controlar el reloj, el rutómetro y las notas. Es feo que yo lo diga, pero no cometí ni un triste fallo que contarte. Llegué incluso a ver venir penalizaciones de otros coches, si nos iban a dar dos minutos o cuánto nos iban a quitar de cada reagrupamiento. Es lo que tiene haber corrido tanto, haber sido tantas veces comisario de salida o de control stop y mi madre dice que es porque tengo una cabeza “malimpriaíta” que sólo uso para los rallyes, aunque estas labores las sabe hacer bien, o debería, cualquier compañero copiloto.
Termina una historia bonita, casi hecha a mi medida sin yo haberlo querido. Pocos entrenos pero buenos, un coche rápido y fiable que requiere poco mantenimiento y el que se le hace es rutinario, un piloto rápido y seguro, además de buena gente. Más que eso no se despacha. Perdí el tren de los rallyes en enero de 2010 por motivos laborales, y tenía un puñal clavado en el pecho desde ese momento. Te prometo que después de haber corrido este rallye de Santa Brígida, ya no siento ese cuchillo por ningún lado.
Dice el dicho que es de bien nacidos ser agradecidos, así que me despido dando las gracias a los patrocinadores que nos echaron una mano: Restaurante Hermanos García, El Maipez de los García, Bar El Llano, Frenos EBC, Automáticos Altavista y Güira Latina. Gracias a ti por leerme, a mis padres que estuvieron allí como siempre desde hace casi 33 años, a Edu y Pedro por mediar para que fuera yo el copi de esta aventura, a Javi por ser la asistencia perfecta durante el día y fotógrafo suicida por la noche, a Víctor y Mari, a los amigos y familiares que siempre están pendiente de una manera o de otra, a Raúl Quesada, que me llamó antes, durante y después de la carrera para darme su apoyo y amistad como yo siempre he hecho cuando corre él. Por supuestísimo a Leti, que como ya saben y si no se lo digo yo, es ma-ra-vi-llo-sa. Léelo despacio para que se entienda bien. Y como no, a Osmundo Ramírez “Mundo”, que puso su destino en mis manos (y yo el mío en las suyas) durante este viaje y que me permitió, a pesar de los problemas de frenos, volver a sentirme realizado y volver a tener la pata de la mesa que me faltaba por no poder correr.
No sé si volveré a repetir en el sillón derecho del Renault 5 GT Turbo azul y blanco, aunque mi intuición me dice que sí. Depende de varios factores, ya veremos que pasa. Si no es así, apoyaré el proyecto en lo que pueda y me pidan, sin dudarlo ni un segundo. Donde si volveré a subirme es en el Corolla de los slaloms a primeros de mayo, ya te contaré.
Nada más, recuerda confiar en ti y en tus capacidades. Yo lo hice en Santa Brígida y me salió bien.