miércoles, 18 de noviembre de 2015

Rallye de Maspalomas 2015: Un muro que habrá que saltar

Saludos. Empiezo ya a contarte mi quinto fracaso en Maspalomas.
La semana previa fue un poco extraña debido al cambio de un tramo por otro. Los motivos no los vamos a explicar ahora después de tanto que se habló y de que nadie dijera ni una palabra más cuando la organización del rallye explicó lo que había pasado.
Como Jonathan estaba trabajando en Lanzarote hasta el jueves, nuestro plan para entrenar La Era del Cardón era ir el viernes por la mañana y ya echar el día en el sur con unas cosas y otras.
En la primera pasada paramos junto a unos obreros del Cabildo para preguntarles si la obra que estaban haciendo quedaría señalizada para el rallye. Nos dicen que se quedarán los conos en la carretera y aunque no están en la trazada, los apuntamos.
Algo más tarde y en medio de guaguas, turistas y un hombre con perro que nos daba paso cada vez que nos veía, circulamos durante un rato detrás de un ciclista que no llevaba un culotte normal, sino unas mallas negras bastante transparentes. Intento seguir cantando notas, pero unas curvas más tarde no puedo aguantar más y le digo a Jonathan: “¿a ti te pareció que el ciclista aquel no llevaba calzoncillos?” Me dice: “no me lo pareció, es que no los llevaba”. Una pasada de entrenos perdida por ir muertos de risa.
Cuando ya nos íbamos a ir y salíamos de Agüimes para dar la última pasada, en las primeras rectas alcanzamos a una Citroën Berlingo que de buenas a primeras se va acercando cada vez más a la izquierda de la carretera. Va tan pegada al margen contrario de la vía, que cuando le tocamos la pita para intentar adelantarla, mira hacia atrás por el espejo… de la derecha!!!! Ni que decir tiene que también ese último periplo de reconocimientos no nos sirvió para nada, porque entre las risas y el tufo a colonia Musk que nos dejó la señora de la Berlingo al pasarla, yo no podía ni leer media página.
Tanta risa, hubo que mear. 
Una vez en Maspalomas, hacemos una parada y reponemos fuerzas en La Esquina Ibérica. Luego vamos a la zona del mercado para coger las notas del tramo espectáculo. Es más ancho de lo que nos creíamos y no parece presentar ninguna complicación. Nos engañó como a chinos.
En lo que esperamos por el amigo Osmundo Ramírez para comer, damos un paseo por el centro comercial Cita, uno de los primeros que se abrió en el sur y que todavía conserva un montón de vida y actividad. Hacía más de 25 años que no pasaba ni siquiera por delante, y me vinieron a la cabeza cientos de recuerdos de la niñez. Comemos en Casa Antonio y ya en el estadio de San Fernando “bobiamos” hablando con unos y con otros de carreras, coches y demás. Conversaciones de las que siempre se tienen y de las que, por lo menos yo, me olvido a los 30 segundos.   
Media vida después, volví al Cita.
Cuando llego a donde estaba el Clio, los números están mal pegados. Es una tontería que aunque está reglamentada, no pasa nunca a mayores, pero a mí el tema de los números siempre me ha dado sensaciones, y verlos mal puestos no me gustó ni un pelo.
Para verificar tardamos una eternidad. No en hacer dicha operación, sino en entrar a hacerla. Mucho retraso. Después de que nos dieran el OK al coche, brieffing en el que soy casi el único que pregunta. Cuando acaba me dicen varios compañeros “joder, menos mal que lo preguntaste porque teníamos dudas con eso”. No entiendo a la gente que se pasa el tiempo opinando y cuando tiene la oportunidad de exponer sus dudas, no lo hace. En fin…
Llega la noche y nos vamos al tramo espectáculo. Otra eternidad botados hasta que nos toca. Al final…una mierda. No sabemos lo que ha pasado pero el coche no ha ido bien y el tiempo es malo. Podría ser que estuviera fallando la bomba de la dirección asistida, pero se mira en la asistencia y todo parece estar bien. Cenamos allí mismo con el equipo, Jony y yo sentados dentro del maletero del Clío. Entre unas cosas y otras nos acostamos más tarde de las doce, previo paso por una ducha fría que me aclaró las ideas y me quitó el sueño.
A las 7 sonó el despertador y a la media hora ya estábamos en la asistencia volviendo a revisar el coche por si ahora de día se veía algún problema. Aparentemente, todo bien.
Empieza el rallye de verdad, lo de anoche, aunque venda y sea bonito de ver para la afición, para correrlo en un delantera…es una estaca.
Antes de la salida de Arteara se me saltan las lágrimas por la maldita mala suerte que persigue a un amigo.
En la segunda curva nos pegamos tanto a una valla que la rozamos, y en la tercera el espejo retrovisor interior salta y no sé ni como, lo cazo al vuelo y lo meto entre mis muslos para que no se escape. El resto del día lo ponemos en los enlaces y lo quitamos en los tramos, por si acaso.
El ritmo es muy bueno y estamos en la pelea por el top ten. Lo peor que llevamos es que hay que hacer un montón de kilómetros de enlace por la autopista, en sexta y a 80 porque ir más rápido sería dañar el motor. Ir así daña las bujías… y los oídos.
En la segunda subida a Arteara vemos como unas gotas frescas en la carretera y no sabemos lo que son. Al ver el coche de Julián e Isra averiado pensamos que es de ellos, pero las gotas pasan a ser un reguero hasta ser un charco, que nosotros pisamos. El Clio se pone de lado con el culo hacia la valla y el morro hacia el risco, pero las ruedas delanteras, que eran nuevas, cogen tracción y las manos de Jony enderezan el rumbo para seguir subiendo. El Corsa kit car había tenido una avería y regado la zona de aceite más un conato de incendio. Cuando nosotros llegamos a donde ellos estaban no habían tenido tiempo de bajarse a avisarnos. Conste en acta que aquí, después de que oliera a aceite, de ver el Corsa echando humo blanco y de que nuestro coche patinara, yo dije: “era aceite”. En ese momento seguramente me entró un mail del Ministerio de Educación para convalidarme FP 1 de automoción. Al llegar al control stop comento que está la cosa muy peligrosa y que deberían parar la carrera para limpiar el aceite. 
Las pasadas por la Era se nos están dando bien y nos estamos divirtiendo, aunque claro, no tanto como entrenando.
Antes de salir en la primera bajada a Fataga nos quedamos sin dirección asistida. Son sólo 6 kilómetros pero Jonathan lo pasa mal teniendo que mover el volante sin ayuda. Parece que no, pero perdemos unos cuantos segundos. Llegamos a la asistencia y resultó ser un fusible (un relé dicen también que se llama) fundido. Gracias a José Martín conseguimos uno de ese mismo amperaje.
Pasando por el Cruce de Arinaga vemos a un “mataíllo” (que nadie se ofenda, pero lo califico así para entendernos todos) que está haciendo auto stop, pero que sólo saca el dedo pulgar cuando pasa un coche de carreras. A los del resto de la gente no les dice nada. Este jodío quería quitarle el puesto a algún copiloto.
Ya con la noche llegamos al último tramo. Nos estamos jugando el séptimo puesto y vamos a correr al mismo ritmo que llevamos todo el día. Rápidos pero sin hacer locuras. Todo va bien hasta que casi llegando a la meta, ya en mi última página de notas, tenemos un accidente fuerte. En una derecha medio cerrada a la que se llega rápido, el coche se acelera de repente y se tira de frente contra un muro de piedras. Como dice Antonio Recio, hostia terrible. Nos preguntamos mutuamente si estamos bien y aun sin saberlo del todo, nos decimos que sí. Desconectamos el coche y me bajo todo lo rápido que puedo y medio aturdido acudo al otro lado a abrir la puerta de Jonathan, porque se ha quedado atascada, y gracias. Justo al lado del coche hay un agujero de 3 metros de profundidad por el que, de haber podido abrir y bajarse, Jonathan hubiera caído, porque al ser de noche cerrada aquel hueco no se veía así como así. De hecho todavía no sé como yo lo vi. 
Parece chico, pero cabe uno de pié.
Luego no tengo claro si había comisarios avisando o no. Yo llamé a dirección de carrera tan rápido como pude. El caso es que después de haber pasado cinco coches después de nosotros, el sexto entró algo más rápido de la cuenta y fue a parar contra el maletero de nuestro coche. Ya en ese momento si te puedo asegurar que había dos banderas amarillas separadas 50 metros entre sí alumbradas con linternas y los triángulos de emergencias a unos 20 metros del coche. Sea como sea, ni se veía un carajo ni vamos a volvernos locos, aunque llevo una tonga de años en esto, y tengo claro que si no está el Clío allí arrimado (fuera de la raya blanca y de la trazada), el que acaba contra el muro es ese otro coche.
En lo que aviso a mi familia y amigos de que estamos bien, gestionamos la grúa y respondo a los tropecientos wasap que me llegan me dedico a andar por un camino que encuentro. Solo me acerco a la carretera cuando calculo que va a pasar Mundo para verlo. Durante más de veinte minutos camino, corro, estiro, me agacho, levanto los brazos… todo sin que nadie me vea. ¿Por qué hice eso? Pues porque me costaba creer que después de tremendo taponazo no me doliera absolutamente nada.
Un buen rato más tarde, después de que cargara el coche un gruísta que estaba de prácticas y que una vez tenía el coche en la plancha no fue directo a Teror sino que paró a cenar por el camino sin avisar, además de que según dice, dejó atrás el parabrisas del Clio a la altura de Juan Grande y no paró ni siquiera a retirarlo de la autopista, llego a mi casa. Aunque pensaba que no iba a dormir, paso la noche más en modo off de los últimos meses. El domingo sigo estando bien, apenas unos hematomas en las zonas donde el cinto me apretó. El lunes tengo bastantes agujetas, y el martes no me puedo ni mover de los dolores musculares que me azotan. Además los cardenales se me ponen oscuros, bastante más oscuros que la malla del ciclista aquel.
Ya ahora con el paso de más horas me encuentro casi bien y no tengo ninguna secuela física al respecto. Jonathan por su parte si que ha sufrido algunos daños. No son graves pero le duelen y tiene para unas cuantas semanas de rehabilitación. 
También te puedo contar que se ha ido desarmando el coche y que a primera vista y a falta de una revisión más profunda de los elementos clave, tanto el motor como la caja de cambios parecen estar en perfecto estado. La suspensión, frenos y más cosas también tienen buena pinta. La carrocería si que tiene muchos daños por delante y algo también por detrás, por lo que habrá que valorar si se puede y merece la pena arreglarla o vale más buscar otra.
Poco más que contarte. Ya lo puse en facebook aquel día y lo vuelvo a repetir ahora. Los coches de carreras y el equipamiento que llevamos son muy seguros. Igual son palabras mayores, pero con una deceleración frontal tan brutal como la que sufrimos, quizás el Hans nos haya salvado la vida. El dinero mejor invertido de la historia, no lo dudes. 
Por otro lado, y aunque no estoy asustado ni creo que vaya a dejar de correr por esto, no te voy a negar que la sensación de ver el muro “esperando” por ti, sabiendo que vas rápido y le vas a dar pero sin tener claro lo que te va a pasar, es bastante desagradable y difícil de borrar del cerebro. Esa imagen la guardaré en la carpeta de “no pensar”, pero siempre estará en mi disco duro.
Tampoco me voy a olvidar de las cientos de muestras de cariño y apoyo que hemos recibido. Hasta hay gente que se ha ofrecido a trabajar gratis para reparar el coche, o a prestar repuestos sin recibir nada a cambio.
Por mi parte tengo que agradecer a todas las personas que han contactado conmigo. Si los nombro a todos no acabaría ni en tres días. Muchísimas gracias de corazón. No tenía ni idea de lo querido que soy. Aunque pensando ahora, igual me lo dijeron porque era un momento sensible jeje. En serio, aquí tienen un amigo para lo que haga falta, como lo han tenido siempre.
En este punto casi final quiero dar las felicidades por llegar a la meta a mi amigo Mundo, que acompañado por Lorea Cano en su R5 GT Turbo se sacudió otra capa más de óxido. Donde hubo siempre queda, y aunque cueste estar a la altura, el que es grande, es grande.
No me quiero dejar atrás al amigo Guedes y su novia Vane, que como siempre se ofrecieron a darme casa, pan y agua y aunque no pude aceptar, se los agradezco igual, o más.
Por supuesto gratitud a nuestro equipo de asistencia, que tuvo que ir lejos para volver tristes, pero que no dejan de estar nunca.
Los patrocinadores que han confiado en nosotros este año han visto que si todo va bien somos de los que damos guerra, por lo que los invito a seguir apoyando para conseguir que todo vaya bien siempre.
Pido disculpas públicamente a Leti, Aroa y al resto de mi gente por el susto que les hice pasar. Desde que la radio dijo que habíamos chocado hasta que yo avisé apenas pasarían 2 minutos, pero entiendo que se les hayan hecho eternos. Por mis dos mujercitas y el tiempo que les quito para dedicarme a las carreras es cuando, en un momento como el del sábado en Fataga, uno se para a pensar si de verdad merece la pena todo este tema, pero qué difícil es salirse de este mundillo, joder.
En fin, termino ya que nos van a dar las uvas. Antes de irme quiero mandar un mensaje de ánimo a un amigo que lleva un año para olvidar. Las palabras de aliento a veces no valen para nada cuando la carga negativa es tanta y tan seguida, pero por lo menos hay que intentarlo. Lo peor es que este amigo ha asimilado tanto la mala suerte que ha cambiado su forma de ser para aprender a vivir con ella, así que es trabajo ahora de los que estamos cerca para darle la vuelta a la tortilla y si la fortuna sigue esquiva, que siga, pero que no lo moleste. Amigo portero, te envío toda la fuerza con la que el muro de piedras me acogió el otro día para que la transformes en energía positiva y consigas salir del bache. Estoy seguro de que así será y ahí estaré para verlo y brindar por ello, aunque sea con Nestea.  
Nada más, que no es poco. Cómo no estoy del todo seguro que haya colgado el mono por este año no sé si desearte unas felices fiestas de navidad y todo eso, pero bueno, felicitado quedas por si acaso.
Esta vez para finalizar el texto no hay reflexión sino una simple palabra: GRACIAS.
Una zona muy rápida de La Era. Con eso nos quedamos.