martes, 20 de noviembre de 2018

Rallye Isla de Tenerife 2018: Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra


Muy buenas!!!
La frase usada en el título de esta entrada se la había leído anteriormente al amigo Chago Ojeda, que creo que a su vez él se la había oído a alguien cercano y ahora la volví a oír en boca de Marcos, uno de los miembros del Team Palmita Sport mientras regresábamos a Gran Canaria. Él la usó en una conversación que no tenía que ver con carreras, pero decidí apropiarme de ella para resumir lo ocurrido en el rallye Isla de Tenerife, ya que una cosa es que nos tuviéramos que retirar y el mal sabor de boca que eso deja, y otra cosa es que a pesar de todo, el resto de resultados del año han sido bastante buenos y se ha conseguido el objetivo marcado, que era luchar e intentar ganar el Campeonato BP de Rallyes de Las Palmas.

A Tenerife fuimos hace por lo menos un mes a coger las notas que no teníamos y corregir las que ya estaban hechas de años anteriores. Aparte de eso, como hago siempre cuando salgo a correr fuera (y aunque no sea fuera), pasé mucho tiempo delante del ordenador controlando el rutómetro y demás logística que debe hacerse para no improvisar. Aunque deportivamente no nos jugábamos nada y el resultado era lo de menos, no iba a embarcarme en una carrera de este calibre sin saber exactamente dónde, cómo y cuándo tenía que hacer cada cosa.
Luego ya la semana del rallye seguimos dando mas pasadas y cambiando algunas cosillas en las notas, sobre todo cuando tocaba ir despacito por el tráfico y la concentración se dispersaba un poco.

En las horas previas a la carrera me encuentro con viejos conocidos tinerfeños y con otros con los que tengo más relación y ya son amigos, pero que no veo sino de vez en cuando. Hay ambiente racing en la isla para lo bueno y para lo malo, y se nota sobre todo cuando los vecinos de varios puntos del recorrido hacen campañas en las redes sociales criticando a nuestro deporte por las molestias que les causan. No digo yo que no haya algún descerebrado que entrene a toda leche y ocasione problemas, pero quejarse en general de que si los pilotos son unos locos, que si los rallyes deberían prohibirse y no se que chorradas más que circulaban en un mensaje de whatsapp de 400 renglones que yo dejé de leer en la quinta línea me parece exagerado, pero bueno, son cosas a las que ya estamos acostumbrados y por eso mismo no me leí el texto entero.
En las verificaciones administrativas piden cierta documentación acerca de las placas rojas que usa el Porsche, pero todo estaba controlado y a más papeles me pedían, más papeles sacaba yo de la carpeta: “Permiso de circulación de las placas rojas temporales”. Toma. “Recibo del seguro de las placas rojas temporales”. Toma. “Relación laboral entre el dueño de las placas y el piloto donde conste el número de chasis del coche”. Toma. “Etc, etc, etc”. Toma, toma, toma. Al rendirse y no encontrar por dónde cogerme (como dice Manolo Vieira), me dice: “sólo una cosa más… que tengas mucha suerte”. Toma. Ah no, ahora no tengo darte nada, ni las gracias, por pesado.
En las técnicas más o menos lo mismo: “Documento de declaración responsable de la homologación de la vestimenta”. Toma. “Certificado de calidad de la jaula protectora del coche”. Toma. “Ficha de homologación de la FIA”. Toma. “Pues nada, la pegatina de verificado”. Toma. Ah no, que esa me la das tu a mí.

Hasta la hora de ir a la reunión previa y ceremonia de salida me dedico a estudiarme el reglamento, no porque dijera nada nuevo ni extraño, sino porque siempre me ha gustado leerlos, leer en general.
Justo cuando empieza el brieffing me llama el amigo Teo Vega para entrar en directo en antena y le doy preferencia total, faltaría más. El gran Néstor Gómez, amigo chicharrero de toda la vida y de lo mejorcito como copiloto y como persona, me hace un resumen de lo dicho por el Director de Carrera y el Jefe de Seguridad. Nada que no se supiera ya por lo que uno estudia, conoce, prepara y porque además en este rallye se dio una circunstancia muy inusual pero muy útil: La encargada de ser la responsable de “Relación con los Participantes”, manda por “wasap” toooooda la información que iba generando el rallye, recordatorio de horarios y lugares, datos a tener en cuenta, etc, etc. Además le preguntabas una duda y te la resolvía sobre la marcha, sin usar la manida frase de: “Lo consulto y te digo”. Así da gusto. Punto muy a favor para la organización del rallye y para Yaisa (con S dice ella que es) y Cecilio, los encargados de llevar el peto verde.

Nos vamos a los tramos. En el eterno enlace por la autopista sin poder hablar por el estruendoso ruido del coche me da tiempo a pensar miles de cosas. Para mí, ese es siempre el peor momento de cada carrera, porque los nervios están a flor de piel y hay ganas de ponerse el casco ya para no andar pensando más. Paramos a poner gasolina (en este rallye íbamos con 98 para abaratar costes) y primer problemilla: no hay caramelos de nata de los que le gustan a Julián.
Salimos en el Poris, me encanta ese tramo y esa salida. Tiene algo mágico y nostálgico. A las pocas curvas la rueda trasera derecha cae en un interior sin venir a cuento y el taponazo bajo mi culo es terrible. De ahí en adelante hay que tantear que no haya nada roto, y parece que no, pero el ritmo no ha sido del todo bueno después de eso. No fue tan malo como yendo pa La Aldea, pero… es mejorable. Aunque en 2017 se corrió de día, el empeoramiento con respecto al tiempo del año pasado en el mismo tramo y con el mismo coche es de más 30 segundos. Demasiado.
En el enlace al tramo 2 ni me quito el casco porque sólo sobran 6 minutos y así protejo mi cabeza y orejas del frío. En la segunda curva de esa segunda especial, el coche se queda sin tracción y todo hace indicar que se ha roto un palier. Nos arrimamos a un margen de la carretera y cuando ya me preparaba para bajarme, Julián tira de la palanca de cambios y entra la marcha. Seguimos. Debió ser que el selector del cambio se quedó encasquillado. De nuevo otros buenos kilómetros tanteando que no pase nada, y entre eso y tales y cuales, las sensaciones son bastante malas. Ya se parece esto más a lo de San Nicolás de Tolentino.
De nuevo me quedo con el casco puesto porque para el tiempo que tenemos no merece la pena quitármelo. En la salida del tramo 3, habiendo recorrido aproximadamente unos 5 (sí, cinco) metros, el coche se va hacia la izquierda rumbo al barranco y al darme cuenta grito ¡¡¡¡Cuidao cuidao!!!! y Julián corrige dando un volantazo. La bajada no fue buena y la subida algo mejor, pero también hay muchísima diferencia con el tiempo del año pasado. Vaya noche llevamos. Otra vez enlace eterno por la autopista dándole vueltas a la cabeza. Cada minuto que ha pasado desde que hemos hecho la ceremonia de salida tengo más claro que no merece la pena el curro y el tiempo invertido para luego no pasarlo bien corriendo.
Llegamos a la asistencia y el coche tiene un problema en el cojinete de la correa. Se arregla y mañana se mirará mejor porque ahora no hay tiempo. En plena operación de bajar el coche al suelo, se parte una pieza del gato. Cuando Julián se quita el mono y lo va a colgar, se parte el gancho de la percha…
Al final han pasado un montón de cosas pequeñas, gilipoyeces varias que si pasa una sola ni te acuerdas más, pero que si ocurren así todas una con otra… dan que pensar.

Habiendo dormido apenas 5 horas estamos ya de nuevo en la asistencia, intentando reparar mejor lo del cojinete y preparando todo.
Primer enlace. De nuevo nervios y ganas de empezar a correr de verdad para quitarnos el mal rollo de anoche. Qué lejos es la salida de Los Loros, y ya es la segunda vez que hago este trecho en dos días, porque aunque yo lo tenía todo controlado, entrenando fuimos a mirar por dónde era. Cuando paramos a ponernos los cascos y revisar las presiones de las ruedas, no puedo evitar acordarme de Luci. Todavía no hace ni un año que se tuvo que ir, justo en ese lugar. Le mando un abrazo a toda su familia.
Al llegar a meta la sensación es algo mejor que la de anoche, aunque sigue sin parecerse a lo vivido en cualquier otro rallye en el Porsche de octubre hacia atrás, y el tiempo comparado con la temporada anterior en el mismo sitio, con el mismo coche y a la misma hora, ni se acerca.
Nos vamos a Güimar. Salimos rápido en la primera zona que es bastante recta. Al llegar al risco el coche suena raro, pero pienso que es el eco de los malecones y la montaña, hasta que… justo llegando al Mirador el ruido ya es bastante más extraño y Julián para el motor por si acaso. Con la inercia nos arrimamos en el parking del antiguo restaurante y me bajo corriendo a ver si hay aceite o algo en la carretera, pero no. Enseño mi cartelito de OK a los tres siguientes vehículos como manda la ley, pico el OK en el GPS y cuando voy a llamar a Dirección de Carrera para avisar de que nos retiramos por avería mecánica y que no estorbamos para nada el paso de los demás vehículos… ¿de quién me llega un mensaje? Sí, de la Relación con los Participantes. Que pasada.
Comunicación a la familia, allegados y resto del equipo y a esperar que termine el tramo en sus dos pasadas para poder irnos de allí… pero no. Los mecánicos tienen que venir desde Santa Cruz a Güimar a buscar a Julián y volver a Santa Cruz para que él luego traiga el camión de nuevo a Güimar, cargar el coche y ya poder marcharnos. Como yo me iba a quedar allí cuidando el Porsche y aguantando preguntas y demás de los curiosos/enterados, me consuelo con que voy a ver la segunda pasada por ese tramo en aquel bonito sitio… pero no. El amigo Jorgito Galván, que ahora vive en esa zona de Tenerife, se ofrece a bajar a Julián a la capital a por el camión y así adelantar un poco los plazos. Jorge me alcanza unos víveres que sólo con verlos me saben a gloria y que me pienso comer viendo pasar el rallye… pero no. Para acortar la espera se decide que la grúa de la Organización (pasándose el operario las normas al respecto por el forro, porque el coche no entorpecía nada) nos traslade hasta por debajo de la salida y así no tener que esperar a la segunda pasada, por lo que me quedé sin ver los coches grandes corriendo. En la puerta de un lugar llamado Finca Salamanca pasé un par de horas esperando los refuerzos y poniendo cara de cotufo mientras atiendo a individuos extranjeros y del país, que como siempre, se hacen fotos con el Porsche de Wolf. Los compañeros me tocan la pita al pasar de enlace al tramo y nos animamos mutuamente. Ellos a mí por el abandono y yo a ellos para lo que les queda de carrera. Dicen que en algunas zonas está lloviendo, por lo que la variedad de ruedas se nota cuando van pasando. Donde yo estoy solo ha chispeado levemente dejando en el ambiente un agradable petricor.
Una vez recogido todo, almuerzo de casi dos horas hablando de motores y demás temas mecánicos de los que yo no tengo ni puta idea y al muelle, porque aunque teníamos pasajes para el domingo, y hotel y coche de alquiler también hasta el día siguiente, decidimos irnos antes de tiempo. Paso por el hotel a recoger los bártulos y en el puerto esperamos dos largas horas más antes de echarnos a flotar. Con el rato de más en el largo almuerzo y lo que esperamos en Santa Cruz, hubiera dado tiempo de ver el tramo de Güimar y el de Candelaria, pero para nosotros la carrera había acabado en todos sus formatos. Una vez a bordo del ferry, decían que la marea iba a estar picada y con olas de muchos metros, pero el Volcán de Timanfaya surcó los mares como si fuera una carretera recién asfaltada.
Al final llego a Teror y me acuesto empezando la madrugada, dando casi por terminada la aventura tinerfeña de este año. Todavía quedan flecos que cortar para finalizar del todo este capítulo, pero espero poder hacerlo en breve.
La verdad que terminar el año así es una putada, porque había sido una temporada bastante buena y en las dos últimas carreras de asfalto no me he divertido casi nada. Uno se dedica a ésto por lo bien que se pasa (o eso se presupone) corriendo en pleno tramo, y eso normalmente debería compensar todo el trabajo, ocupaciones y preocupaciones que conlleva ser copiloto, pero… no, aunque por ejemplo en La Oliva, sí.
Como todo el mundo dice, hay que quedarse siempre con lo positivo y cierto es que ha habido cosas muy buenas, como haberme subido en un coche de casi 500 caballos de potencia, llegar a correr a 220km/h en algún lugar de algún rallye, ganar carreras, ser campeón provincial, haber conseguido el sueño de triunfar en la carrera de mi pueblo, subirme un rato al lado de Raúl y seguramente más cosas de las que ahora no me acuerdo. Lo demás supongo que debe pasar al cajón del olvido y santas pascuas, aunque teniendo presente que de todo se aprende, y de lo malo quizás más que de lo bueno.

Termino ya esta entrada, citándote para cerca de Navidades cuando si me acuerdo y tengo tiempo, escribiré algo pequeño a modo de despedida del 2018. En esas fechas estaré ya inmerso en los preparativos de un nuevo sueño que parece que voy a cumplir, ir al rallye de Montecarlo, a verlo.
Como siempre hago, no me olvido de agradecer a Julián, Laure y Marcos. También esta vez a Néstor (felicidades por ese podium amigo!!!) por la ayuda como siempre que voy a su isla y a Jorgito porque cuando fuimos a entrenar nos llevó a cenar a un sitio cojonudo y cuando fuimos a correr me llevó comida de su casa, y si un amigo te da de comer… eso sí que es un amigo.
También gracias a l@s amig@s de toda la vida y familiares, que llamaron o mandaron un mensaje para interesarse y se ofrecieron para lo que fuera menester.
Indirectamente también se deben agradecer los gestos y comentarios de apoyo de todos los aficionados y amigos del equipo, y otra vez más, y ahora más que nunca en todo el año porque entre Maspalomas, La Oliva y Tenerife estuvieron solos prácticamente tres semanas, muchas gracias a Leti, Aroa y Adrián por su paciencia y cariño.
Nada más, enhorabuena a los premiados y recuerda que si tu método de actuar te ha dado buenos resultados antes, te los volverá a dar después, aunque a veces haya circunstancias puntuales que no ayuden.
Saludos!!!!
PD: Las fotos que saqué las fui publicando en el perfil efímero de whatsapp, y no vamos a repetirlas aquí para no caer pesado.