viernes, 1 de febrero de 2019

RALLYE DE MONTECARLO 2019: RISAS KILOMÉTRICAS



Muy buenas!!! En la primera (y quizás única) entrada del año en el blog, me gustaría contarles como nos fue en la aventura vivida durante 8 días rondando por terreno español y europeo. Mi intención, y así lo acordé con mis compañeros de viaje, es hacer un diario, aunque sea de forma posterior, aunque en los estados temporales de whatsapp de Aday íbamos poniendo una especie de vídeo blog (o vlog como se dice ahora).  
Ya desde el principio te advierto que durante el relato puede haber cosas que no termines de entender, pero me costaría explicarlo de otra manera, y además, con tu permiso, quiero que este capítulo de nuestras vidas quede aquí escrito a modo de recuerdo, para que al cabo de los años cualquiera de nosotros cuatro lo relea y se vuelva a partir de risa, aunque si soy yo el que lo miro, acabaré llorando como hago siempre que evoco un recuerdo del pasado, sea del año 92 o de hace 3 días.

Vamos al lío!!!

Esta aventura comenzaba realmente cuando Aday y yo decidíamos subir a Adrián en el sillón de copiloto del coche de Diego para el rallye de Maspalomas. Aquello salió tan bien que en el mismo parque cerrado de llegada (no recuerdo cómo ni por qué) salió la posibilidad de ir al Montecarlo, y a los dos días ya todos estábamos decididos, compramos pasajes, reservamos la autocaravana y las semanas fueron pasando una tras otra hasta que llegó el día de partida.

Día 1. Lunes 21 de enero de 2019.
A las 3:00 de la mañana suena el despertador y a las 4:00 ya vamos camino del aeropuerto. Sin mayores contratiempos embarcamos y emprendemos el viaje. El trayecto empieza ya con risas, porque resulta que a Adrián le da miedo volar y en plena maniobra de despegue se agobia con el meneo y le dice a Diego literalmente: “Diego, ábreme el cristal”. 
Madru-Gando...
Al llegar al aeropuerto de Barcelona, tenemos que caminar media hora hasta dar con la cinta de recogida de maletas, en la que vivimos otro momentazo memorable. Al ir pasando los bultos por delante de nosotros, cada uno coge lo suyo y nos disponemos a salir cuando Aday se percata de que la maleta que lleva puede no ser la suya, aunque sea igual. Al mirar el nombre de la etiqueta algo no le cuadra, y al abrir la cremallera ve que la ropa no le va a servir. Se había equivocado de trolley y había cogido el de una joven que viajaba con su instituto a un viaje de esquí. Sólo de pensar en que no se hubiera solucionado el error y que pasadas 8 horas al abrir cada uno sus bártulos, Aday encontrara tangas y la muchacha camisetas de un tío de 2 metros, fue suficiente para volver a mearnos de risa durante un rato, aunque se acabó el cachondeo cuando al salir a la calle corroboramos lo que nos temíamos con la ausencia de taxis por una huelga. El señor Ortiz tira de datos móviles (tiene la tarifa más grande que lo que él mide) y aplica que nos venga a buscar un Uber de esos que hay ahora y que son el motivo de los parones taxísticos. Entre la hora que tenemos que esperar a que nos recojan y que el conductor se equivocó de camino porque no estaba pendiente del gps, a mí se me quitaron las ganas de reírme y me entraron unas terribles de ir al baño (de cagar, vamos), así que me pasé todas las explicaciones del dueño de la caravana con el culo apretado por si acaso, pero deseando estrenar el baño de Pin y Pon. Una vez aprendida la lección (más o menos) de cómo funcionaba nuestra casa-vehículo en la próxima semana, en la que con lo único claro que nos quedamos los cuatro era que la fregona era el mocho, el botón de poner los 4 indicadores es el warning y que cualquier cosa que rompamos vale “500 pavos”, tomamos camino de un supermercado donde hacer una gran compra para nutrirnos durante toda la aventura, no sin antes pasar cerca de una zona donde había una señora ejerciendo el oficio más viejo del mundo y los tres energúmenos de alante empezaron a gritar, mientras yo atrás daba de cuerpo tranquilamente.
Con la compra hecha, colocada debidamente y habiendo almorzado, arrancamos rumbo a lo desconocido, algo más tarde de lo que hubiéramos querido pero sin mayor prisa que la de acercarnos todo lo posible, pero sin pasarse, al destino del día siguiente. 
Carrera de carros
Tal como teníamos medio previsto, hacemos noche en el pueblo de Arlés, ya en Francia y ya por delante de la mitad del trayecto. En la autopista circulamos casi siempre entre enormes camiones que van y vienen y que hacen que nuestro vehículo cimbree con las ráfagas de aire. Nada más acostarnos, Aday y Adrián en la cama situada encima del puesto de conducción y Diego y yo en la de la parte trasera, la caravana empieza a moverse. Estamos aparcados, así que por culpa de los camiones no es. El amigo Guedes, ni corto ni perezoso, coge las dos porras extensibles que tenía en la mochila (tal cual como lo estás leyendo) y sale por la puerta en pijama a ver que pasaba fuera. Menos mal que no había nadie paseando al perro o algo, porque podía haber sufrido los tortazos de nuestro amigo de La Pasadilla. Al final resultó que si los de la cama de alante se daban la vuelta, la caravana se zarandeaba, sin que ningún pobre infeliz del exterior tuviera nada que ver. Risas por los casi porrazos de Diego, y a dormir. 
Las llevó por si acaso
Día 2. Martes 22 de enero de 2019.
Madrugón otra vez, desayuno en la cocina de la Barbie y a tirar millas. Sin darnos apenas cuenta entre charla y boberías, llegamos a Mónaco. Las obras de algunas calles nos hacen fallar al encontrar el estacionamiento previsto, pero involuntariamente nos vemos recorriendo parte del trazado del Gran Premio de F1. La fiebre y la adrenalina nos sale por las orejas. “Mira mira, ahí se la dió Schumacher y atravesó el coche pa joder a los demás”. “Chacho, las líneas de salida en el suelo y los pianos en las curvas”. Y así todo el rato hasta que el Google Maps y el Maps.Me nos llevaron al aparcamiento que buscábamos. La tecnología funcionó mejor que mis rutas hechas a pluma y tinta china. Me estoy quedando obsoleto.
El paseo por el Principado fue delicioso, de verdad. Sinceramente y con la boca llena lo puedo decir, que era uno de los mejores días de todo el viaje sin todavía haber vivido los demás, y probablemente uno de los mejores días de nuestras vidas.
Decidimos no coger el bus turístico y dedicarnos a patear los 3,337 kms que tiene el trazado del circuito. En la misma curva de La Rascasse hay una escultura de Fangio y su Mercedes, y a partir de ahí todo lo que vemos nos encanta. Si todavía existieran las cámaras de fotos con carretes, con uno de 48 no nos hubiera dado ni para la primera hora. Cada dos minutos pasaba por nuestro lado un Ferrari, un Lamborghini, un Porsche… hasta un Rolls Royce llegamos a ver. En la tienda oficial del Automobile Club de Mónaco situada dentro del famoso túnel compramos algunos recuerdos y seguimos el paseo. A pesar de lo que puede parecer a primera vista, se puede comer a buen precio en los dominios de los Grimaldi. Sentados en la explanada donde instalan los boxes cuando hay carrera y donde iba a ser el parque cerrado del rallye el último día, nos comemos unas pizzas de Ca Filippa a 9,95€ y tan ricas que estaban. Estar en Mónaco fue como un bálsamo reparador, ya que al margen del tema de las carreras y los coches, todo allí es bonito de ver y se siente uno como en otro mundo.
Mítico punto. Curva de Loews.

En el Mercedes de JM Fangio.

Preciosas vistas de Mónaco.

Famoso túnel.

En la misma meta del Gran Premio.

De nuevo precioso pateo hasta el parking y desandamos parte del camino para girar hacia Gap, a donde llegamos sin mayores contratiempos y conseguimos aparcar para dormir a 20 metros del parque de trabajo del rallye, que aunque estaba cerrado a esa hora, ya dejaba ver cosas interesantes desde fuera. 
Primer WRC que vimos rodando por Gap.

Día 3. Miércoles 23 de enero de 2019.
A las 8 de la mañana estamos ya sentados en la cuneta en la salida de uno de los tramos que los equipos van a reconocer.
Para que no se dudara de la procedencia.

Los comisarios y cronometradores nos invitan a un zumo de manzana para combatir el frío, y aunque no entendimos la relación, lo bebimos y agradecimos. 
Bruno Saby, piloto del coche 0.

Hola Ola (Floene).

A media mañana ya nos estábamos aburriendo porque apenas pasaban coches de “los grandes” y decidimos irnos al parque de trabajo. Paseamos por la zona de asistencias viendo todo y volviendo a comprar regalitos. Una vez saciada la curiosidad y estando asombrados por las infraestructuras que montan los equipos oficiales, toca hacerle el mantenimiento a la autocaravana. Las dos zonas señalizadas para ello que encontramos están averiadas, así que en medio de una nevada curiosa, decidimos llenar el depósito con agua de beber, comprada a bajísimo precio en un Lidl.
Impresionante lo que montan.
A media tarde nos desplazamos a la zona del shakedown, encontrándonos ya la carretera cerrada y aparcando para dormir por debajo de la salida. Había una zona que tenía un trozo de 50 metros que estaba nevado, pero como extrañamente sólo era ese cacho, pensamos que era pintura hasta que nuestra casa móvil patinó y nos dio un pequeño susto.
Antes de dormirnos hicimos una porra donde cada uno pronosticaba su podium final, aunque lo importante era la apuesta por el equipo ganador. Los cuatro fuimos diciendo aleatoriamente nombres y será casualidad o que sabemos del tema, pero nuestros candidatos fueron los que coparon las cuatro primeras plazas de la general, aunque eso todavía no lo sabíamos ni habíamos visto a nadie corriendo.

Día 4. Jueves 24 de enero de 2019.
De nuevo tempranito en pie para coger buen sitio en el shakedown. Aday encabeza la cruzada hasta que una vez visto el montaje de la salida, tiramos campo a través por medio de los pinos hasta que llegamos a donde queríamos llegar. Colocamos la bandera bien visible y esperamos que Ogier-Ingrassia pasen delante de nosotros dejándonos con la boca abierta, volviéndola a cerrar después de que pasara el último WRC. Impresionante lo que corren, frenan y traccionan estos coches, aparte de la estabilidad que tienen para pasar por las curvas.
Banderas en castañero amarradas con soga.
Cuando nos cansamos de verlos en el mismo sitio, volvimos tipo trail hacia abajo y nos ubicamos primero en la salida de una curva pegados a la carretera, y luego en las primeras horquillas del tramo, donde más peligroso era, pero con el beneplácito de los comisarios de “securité” que hasta nos colocaron la bandera cuando el viento la movió. Ya ahí nos dimos cuenta de que en el plan de seguridad del tramo primaba que nadie anduviera cruzando la carretera una vez el tramo empezado, pero que a la hora de ubicarte había bastante flexibilidad. Allí sentados, comiendo galletas al sol y viendo pasar los coches a 2 metros de nosotros, disfrutamos también de uno de los mejores momentos de la semana.
Preciosa foto, aunque faltó Diego que estaba haciendo ráfagas.

Para que no hubiera duda de que estuve allí.

Más tarde cuando ya empezaron a rodar los demás componentes de la lista seguimos bajando hasta ver unos cuantos en la salida y el resto en la cola previa para apreciar las monturas de cerca y verles las caras a los ocupantes, casi todos catalogados de gente rica, jóvenes o viejos, pero que no parecían tener demasiado nivel deportivo, como se demostró luego desde el primer tramo del rallye. 
Copiloto viejo, copiloto nuevo.

A la hora de mediodía y antes de ir a los tramos nocturnos, pasamos de nuevo a acondicionar los depósitos de nuestra montura. Ahora damos con un sitio mejor, más grande y que funcionaba bien, pero… a la hora de cargar agua resulta que los conectores de nuestra manguera no sirven. Se ve que en Francia hay otras medidas de chorros y no podemos conectar. Menos mal que un italiano que estaba llenando lo suyo nos dijo que nos prestaba su manguera, así que una vez llenado el tanque, le regalamos un paquete de ambrosías Tirma, de Canarias. Mientras tanto, mandamos a Adrián a comprar servilletas porque nos habíamos quedado cortos en la previsión inicial y un paquete de bizcocho. La llamada que le hizo a Aday diciendo “bizcocho como tal, no hay” provocó tantas risas que todavía hoy sale el comentario de vez en cuando en el grupo de whatsapp.
A primera hora de la tarde estamos ya aparcados en la zona de salida del TC 2, en la zona de La Batie Vieille. Decidimos ir a ese tramo por cercanía con la ruta que pensábamos usar para el día siguiente. Nada más llegar, Aday pisa un hoyo y se dobla el tobillo de mala manera, pensando todos que se había roto algo o hecho un esguince. Siendo todavía de día, Ortiz el cojo y yo pensamos en hacer una ruta de reconocimiento para ver un sitio guapo donde ponernos a la noche, pero a poco de arrancar decidimos que no vamos a estar dando viajes y que vamos a irnos al tramo desde ahora, así que le soltamos la trola a Diego y Adrián de que teníamos que entrar ya a las curvas porque iban a restringir el paso de la gente desde muy temprano. Picaron y allá que nos fuimos con las sillas al hombro hasta donde nos pareció buen sitio. Para hacer tiempo y cumplir con una de las tradiciones de este rallye, Aday y Adrián encienden una hoguera y a la luz de las llamas nos dedicamos a arreglar el mundo, y por un rato dejamos de lados los coches y hablamos de cosas personales para fortalecer nuestras amistades.
El fuego de la amistad.
Se hizo larga la espera, sobre todo porque a pesar de la hoguera, el frío empezaba a ser algo complicado de superar. El cielo estaba completamente despejado, tanto que pudimos aprender cosas sobre las estrellas, pero sorprendentemente, no había nada de relente como pasa aquí en las noches así. De todas maneras, fresquito hacía y aunque estábamos debidamente abrigados, los pies y las manos empezaban a flaquear. Con la gracia de que había que entrar al tramo tres horas antes, llevábamos a la intemperie y a baja temperatura casi cuatro horas, por lo que Diego, al que le dolió el engaño y prometió vengarse, soltó la lapidaria frase de: “Dios está arriba”. 
Cuando acabó el tramo, en el que aun siendo de noche volvimos a comprobar que de los 85 coches, sólo 20 eran rápidos, caminata a buen ritmo hasta la caravana para que los pies se nos calentaran, aunque vigilando el tobillo de Ortiz que iba empeorando por momentos. Al llegar a nuestra morada, el termómetro marcaba 11 grados… bajo cero!!!! Con razón sentimos algo de frío, no era para menos. Aunque es verdad que sin contar manos y pies, el resto del cuerpo lo teníamos bien cubierto y no hubo problemas. En estos días ya una vez de regreso, he sentido más frio en Valleseco a 10 grados que allá a -11, literalmente. Cosas de la humedad dicen que es.
Viendo que la lesión de Aday no parece grave, nos vamos hacia Piegut, el TC 5 y 8 del rallye, tercero del día siguiente. Cuando llegamos a dicho pueblo después de recorrer un trozo del tramo en sentido contrario, en la plaza de la iglesia sólo quedaba hueco para una caravana, la nuestra. El turno de duchas establece que a mi me toque el tercer puesto y… se acabó el agua caliente cuando estaba enjabonado. Los chiquillos se disponen a dar con el problema, viendo que era que la bombona mediada con la que habíamos empezado el viaje se había vaciado del todo, así que hay que cambiar el conector a la otra que está nueva y listo… pero no. Ninguno de los tres atina con el tema y los minutos van pasando mientras yo me voy congelando dentro del plato de ducha de Famosa, que encima tiene un respirador en el techo por el que entra aire congelado. Yo los oía debatiendo pero no daban con la tecla. De vez en cuando me preguntaban que cómo iba yo, y entre temblores y maldiciones viendo que tenía los pies, los muslos y mas zonas del cuerpo con un color raro, les decía: “estoy azul cabrones”. Al final, gracias a un tutorial de youtube pudieron poner la bombona nueva, pero tocaba esperar a que el gas propano calentara la resistencia y ésta, el agua. Mientras duró esa espera, aquellos tres mamones se estaban descojonando de mí sin que yo los viera pero sí los oyera. No les podía reprochar nada porque se pegaron el curro de cambiar la bombona pasando frío, ya que salieron a la urgencia cuando ya estaban casi en pijama. Encima para rematar, el agua no calentaba y me cansé de esperar, así que me quité el jabón, que ya estaba empegostado como mermelada, con agua fría, que no estaba fría normal, no. Estaba a no sé cuántos grados bajo cero, y del color azul que tenía pasé al gris ceniza. Salir vivo y sin gripe de aquello fue casi un milagro. La venganza de Guedes hacia mí se había consumado, aunque él también se jodió porque al tener el último número para el baño, también le tocó mamarse el hielo líquido aquella noche, aunque el muy canalla no dijo nada hasta el día siguiente. 
La cámara de las torturas de aquella noche.

Día 5. Viernes 25 de enero de 2019.
Hoy por fin, no tenemos que madrugar. El tramo era más tarde de las 11 y pasaba a veinte metros del aparcamiento, así que el despertador sonó tarde y recargamos las pilas debajo de los nórdicos.
En las mismas callejuelas de Piegut, encontramos un muro con un seto donde ponernos pegados a la carretera pero por encima de ella y desde donde veíamos más de 1km de tramo, incluyendo un pequeño salto delante de nuestras narices. Los helicópteros iban y venían (hasta 8 a la vez) y nos amenizaron la espera.
Parque cerrado de objetos voladores.
Esta pasada la vimos al sol y comiendo manices y “emanems” hasta que se neutralizó a mitad de lista. En la plaza principal de aquel mini-pueblo en el que no había ninguna tienda para comprar nada, comimos y bebimos aprovechando los rayos del astro rey. Otro momento rico que nos supo a gloria. 
Nos supo!!!!

Que se supiera que era nuestra.

Los Yaris van de cojones.

Por la tarde decidimos caminar hasta una paella que habíamos visto por la noche al venir, y encima resultó que tenía un poco de nieve en las orillas y algo de humedad en el asfalto. Los paisanos hicieron hogueras con troncos enormes y respirando humo esperamos que empezara la acción mientras veíamos como un joven orondo con un gorro de lana con los colores del Betis (realmente eran del Saint Éttiene) correteaba en aquel risco nevado a punto de partirse la crisma. Lógicamente le apodamos “Hulio” y le decíamos: “Hulio, cuidao que te esrriscas” “Hulio estate quieto que te matas” y él, que no entendía nada, se partía de risa, y nosotros, pues también.
En ese tramo, que estuvo por cierto bastante más soso de lo que pensábamos, volvió a hacer bastante frío, y hubo gente que se marchó antes de tiempo caminando por la carretera faltando coches por pasar y nadie les decía nada, hasta que Diego desde su silla y después de llevar más de media hora callado meditando, suelta a gritos: “niiiiiiiño juuuuuye”. Al final casi nos caemos nosotros de la risa mientras Hulio buscaba en el móvil del padre de dónde era la bandera aquella que habían puesto los flipaos que estaban detrás. 
Paella con el humo de Hulio el del Betis.
Cuando todo terminó, la cola para salir hizo que se nos fuera haciendo tarde para ir al tramo del día siguiente, y más cuando decidimos pasar por Gap a volver a llenar el depósito de agua y el aparato estaba roto y la aplicación para estos casos nos llevó a un bosque donde no encontramos nada, pero donde seguro que vivía una familia de osos parientes de Yogui. De todas maneras, como no hay mal que por bien no venga, en alguno de los llenaderos petados que visitamos, alguien se dejó un conector de manguera que decidimos hacer nuestro y que nos iba a facilitar el tema.
En la siguiente zona donde nos instalamos, La Batie Neuve, había cientos de caravanas y coches pero no fue demasiado complicado encontrar parking en una explanada entre la meta y el control stop. De nuevo tertulia en la que siempre Adrián Quintino (Quintana para los amigos) salía perdiendo, ya sea por su juventud o por su forma de ver las cosas, siempre con la pregunta preparada: “oye, una cosa” o “vale, y una pregunta”, mezcladas con “es que no sé como expresarme”, que remató con una confesión: “no entiendo lo de la carne y el pescado”. Se lo explicamos debidamente y que conste en acta, con todo el respeto por todo el mundo, pero no pudimos evitar reírnos de las cosas del chiquillo.

Día 6. Sábado 26 de enero de 2018.
En este tramo habíamos acechado una zona de curvas enlazadas a fondo después de verlas en un vídeo del año pasado en el que se veía que había poquita gente. En vez de ir por la carretera, decidimos subir por las laderas parriba hasta llegar al punto en cuestión, y darnos cuenta de que después de que el vídeo hubiera sido reproducido 8 millones de veces, la cosa iba a estar complicada para ver algo, porque todo el mundo estaba allí. Al final, nos medio separamos para ir ocupando huecos entre el personal y vimos pasar los 20 primeros, para luego juntarnos en segunda o tercera fila y sacar la mochila de los víveres en lo que pasaban los abuelos y nietos con sus R5 a 40 por hora. Había mucha gente, los franceses silenciosos y educados. Los italianos se gritaban de un lado a otro: “Pierooooo, Pierooooo”.
Después de la primera pasada bajamos a la caravana a preparar el almuerzo, y también fuimos de brutos a meternos por medio de la montaña, teniendo unas caídas graciosas los tripulantes del Corolla número 56 en el pasado Maspalomas.
Una vez comidos, de nuevo al sol y casi en manga corta a unos 8 grados que equivalen a los 20 de aquí, decidimos ver la siguiente pasada en el control stop y así admirar los coches y tripulantes desde cerca. No obstante ya los habíamos visto pasar corriendo 4 o 5 veces en el shakedown y 4 más en los tramos, aparte de las 2 que nos quedaban el domingo. Pusimos la bandera visible total y cuando íbamos a ubicarnos, nos dijeron que no se podía y que había que salir del tramo hacia abajo porque ya iba a empezar, cuando realmente faltaba una hora. Eso al final fue un problema para la organización, que al no dejar pasar a nadie con tanta antelación, tuvo un tapón de público después del control stop y por el que los coches apenas podían pasar, teniendo que parar. En esas intenté pescar una foto con Daniel Elena, patrón de los copilotos gordos, pero lo reflectante de los cristales del i20 hizo que solo viera por la escotilla lateral que estaba mandando corazoncitos en un chat de whatsapp. Aún así hicimos la foto, y fue sin duda la vez que mas cerca he estado y estaré del mítico Danos. 
"Al lado" de Daniel Elena.

Adri "hablando" con Neuville.

En lo que pasaban los coches de atrás, tuve la oportunidad de sentarme en el baño con la persiana de la ventana bajada, y los veía acercarse a la meta mientras yo cumplía con la mía.
El día iba por la mitad y nos quedaba ahora una tirada de más de 300 kms hasta el tramo más famoso del mundo de los rallyes: el Turiní. Encima había que ir sin saber a ciencia cierta si podríamos llegar, porque oficialmente se cortaban los accesos desde ese mismo día anterior a media tarde, y nosotros no íbamos a poder llegar hasta bien entrada la noche. De todas maneras, allá que nos fuimos, y encima le echamos huevos y decidimos ir por las carreteras secundarias por las que iban los participantes en enlace, y así de paso ahorrarnos el dinero de los peajes. En los alrededores del mítico Sisterón (tramo que ya no se hace) paramos a llenar de nuevo el depósito de agua y varias botellas vacías que teníamos por si acaso. El suelo estaba helado, la presión de salida del agua era muy fuerte y pasó lo que tenía que pasar. Diego resbaló y cayó mientras a Aday se le escapaba la manguera, mojándonos los tres mientras nos partíamos de risa. Cuando Adrián volvió de comprar pan y vio y el panorama no entendía nada, como siempre!!!! 
En el interior del bungalow.
Al final, por carreteras super reviradas en cuestas que subían y bajaban, llegamos al corte de carretera previsto. Antes de eso, algunos nos duchamos en marcha y en mi caso, fue algo así como una atracción del Siam Park, dando bandazos bajo el agua.
También Guedes decidió que su casporra (así llama a sacársela para orinar) tenía prisa y mientras Aday serpenteaba por aquellos riscos, él abrió la puerta y meó de pie al viento francés sin caerse a la cuneta. 
Había baño, pero... 
Cuando nos recobramos de las risas y vimos que el primer corte estaba abierto, empezamos a subir. Al llegar al segundo cruce, un amable gendarme nos explicó en un perfecto inglés que la carretera estaba cortada, pero que estaban dejando subir en convoys de varios vehículos, con un coche de policía delante y otro detrás. De esa forma llegamos al pueblo de la salida, donde por cierto, igual que en todos los sitios a los que fuimos, aun era Navidad porque las luces y decoraciones seguían instaladas y funcionando como si fuera 22 de diciembre. En La Bollene-Vesubie, en lo que esperábamos nuestro turno de convoy para seguir hacia arriba, Diego se duchó y… se acostó. Íbamos a recorrer el tramo más famoso de la historia, y él se fue a dormir como si nada. 
No mentimos. Navidad a final de enero.
Fíjense como de organizado estaba el tema, que después de los convoys que ya les dije, volvieron a haber más, y el último trayecto nos condujo por los 11 kms de la salida hasta el propio Col del Turiní. Estar allí aunque fuera de noche y hubiera mil caravanas más, ya hacía que el viaje mereciera la pena. Además había nieve, sobre todo en las laderas y cunetas. La carretera tenía poca porque la sal que le echan hizo bien su trabajo. De nuevo en fila de uno, nos subieron hacia la estación de esquí, en cuya parte superior había ya aparcados cientos de vehículos, y nos dieron la vuelta para aparcar en la misma carretera por la que subimos pero pegados al risco de la derecha, dejando solo un carril libre. Fue increíble ser parte de aquel entramado organizativo que habían pensado los gendarmes. No hubo fallo ninguno y contaban los vehículos que todavía cabían para mandar sólo los justos. Cuando se llenó el cupo, cerraron la carretera a 20 kms y el que no se ha escondido, tiempo ha tenido. Al final, entre unas cosas y otras, nos fuimos a la cama a las 2:30, y había que levantarse a las 6 porque el tramo era super temprano.

Día 7. Domingo 27 de enero de 2019.
Ya con la luz del sol, estar allí fue una pasada. Dirán que soy un flipado y un friki, pero al sentirme parte de aquella carretera que tantas y tantas veces había visto en vídeos de numerosas ocasiones del rallye de Montecarlo, se me escapó alguna lágrima. Mis compañeros y yo estábamos en el epicentro de los rallyes, de su historia. Si pones en el google “tramos de rallyes famosos”, el primero que te sale es el Turiní y allí estaba yo, un aficionado a este deporte desde que tengo uso de razón que le ha dedicado horas y horas a verlo, vivirlo y disputarlo, así que como dice Quintana, no sé como expresarlo. Para los amantes al fútbol, estar en el Col del Turiní es como estar en Maracaná, para los del basket en el Staples Center de Los Ángeles y para los tenistas en la pista central de Roland Garrós. 
Así de ancho es el mítico cruce del Turiní.
Pero claro, aquello es mítico pero no deja de ser un par de curvas planas de 10 metros de ancho que sin haber nieve de verdad que cubra toda la pista no es demasiado bonito, así que echamos al espartano Aday alante y por medio de preciosos senderos de nieve virgen y pinos nos fue abriendo camino hasta dar con una zona más visible y donde nos pudimos sentar en unos troncos en lo alto de un murete a ver pasar los vehículos, destacando por cierto el Citroen C2 R2 de un tal Fortunato, que iba a matarse desde el jueves. 
Preciosa estampa.

Canarios en la nieve.

Nuestros conductores reposando.

Para la segunda tanda caminamos otro poco más y nos pusimos en la misma orilla de la carretera, buscando el peligro como dirían los viejos. Sé que no deberíamos, sé que podría ser peligroso, pero coño, llegar tan lejos para ver los coches también de lejos, no podía ser. Necesitábamos la sensación de ver esta generación de WRC pasando a 20 centímetros de nuestras orejas, y moló mucho. 
Pegaítos a la carretera...

...pasando del cartel.

Cuando volvíamos hacia nuestra furgona-hotel, paramos a hacernos fotos en la zona cero de los rallyes y así dejar constancia del objetivo cumplido. 
Casarme con Leti, tener a mis hijos, ganar el rallye de Teror y hacerme esta foto, lo mejor de mi vida. 
Volvimos a pasar por el tramo, ahora en sentido contrario pero de día, y disfrutamos de lo místico del lugar, con sus paellas entre muros y sus pequeños túneles.
A partir de ahí, la idea era tirar a tope por autopistas principales (vaya pasta nos gastamos en los putos peajes) para hacer noche ya habiendo pasado la frontera, y así fue, aunque por algún momento llegamos a dudar de llegar a España o a cualquier sitio, porque soplaba un viento lateral tan fuerte que la Rimor Catamarano se movía tanto que parecía que se iba a volcar de un momento a otro. Cuando además del viento se metió tormenta de relámpagos y lluvia ya empezamos a dejar las bromas quietas y nos pusimos tensos, pero nuestros dos conductores por turnos, Ortiz y Guedes, supieron capear el temporal y llevarnos a buen puerto, que fue un área de caravanas en las afueras de Girona, donde volví a limpiar el baño químico para entregarlo como decía el contrato. Era lícito que me tocara esa labor a mi porque aunque la mierda era de todos, fui de largo el que mas lo usó, ya que mi estómago y mi culo no esperan por nadie.

Día 8. Lunes 28 de enero de 2019.
La idea de este último día era llegar cerca de Barcelona, buscar aparcamiento y hacer un poco de turismo hasta que nos fuéramos al aeropuerto, pero… no pudo ser.
Lo que teníamos previsto que nos podía valer estaba en obras, y donde nos dio por estacionar resultó que no era buen sitio. No voy a dar nombre de barrios ni referencias, por si caso, pero si les vamos a contar que una vez puesta la caravana en el aparcamiento de un gran supermercado, emprendemos ruta a pie buscando la boca del metro. La verdad que la zona parecía un poco rara, pero seguimos caminando. En un momento dado, un coche negro casi se nos echa encima y salen de él dos tíos que se identificaron como Policías. Nos preguntaron lo que estábamos haciendo allí y nos pidieron la documentación. Una vez explicado el tema y relajados todos, nos comentaron que aquella zona era una de las peores de todo el lugar, y que donde habíamos aparcado era probable que al llegar nos hubieran abierto el vehículo. Nos dieron un susto, porque igual que eran Mossos que pensaban que nosotros éramos de los malos, podían haber sido ellos del lado oscuro y secuestrarnos o algo de eso, como decía Adrián, que creo que tuvo miedo hasta pasado un buen rato.
Al final volvimos rápido al parking y no había pasado nada, pero decidimos irnos a otro sitio. Luego ya entre el tiempo perdido, lo que se tardaba en ir y volver a Barcelona centro, que teníamos que limpiar la caravana y dejarla a la hora convenida antes de ir al avión, pasamos del turismo y nos fuimos al mismo centro comercial de Sant Boi en el que habíamos hecho la compra el día 1, después de haber dejado el interior del apartamento con ruedas impoluto y de revisar que nos se nos quedaba nada atrás una vez hechas las maletas. 
Playa para ir aclimatándonos a Canarias.
Comimos en un Burger King (segunda comida basura en 8 días, nos portamos bien) donde parte del personal estaba de prácticas y nos costó no reírnos otro rato.
Una vez entregada la autocaravana y que el taxi (ahora los que estaban en huelga eran los de Uber) nos dejara en la terminal, tuvimos tiempo de sobra para estar tranquilos hasta la hora de partir. Nos bebimos unas cervecitas de despedida, que por cierto yo no pagué porque fui el ganador de la porra al apostar desde el miércoles por Ogier, y compramos algunos souvenirs más, sobre todo Adri que trajo regalos hasta para el primo de un hermano de un cuñado de su vecina.
Justo en el control de seguridad nos bebimos una botella de agua que traíamos en lo que Aday sacó unas mandarinas del bolsillo y sin darse cuenta que detrás de él había tres asiáticas esperando su turno, dijo: “¿las chinas pueden entrar?” Fuerte descojono para despedirnos.
Ya en el avión de vuelta, que compartimos con una excursión de 40 tíos que parecían sacados de Alcatraz, nos dedicamos a hablar un poco, dormir otro rato y leer hasta que llegamos, finalmente cada uno a su casa más o menos a la 1 de la mañana, ya del martes día 29 de enero de 2019, culminando así una aventura que en líneas generales, fue muy enriquecedora y positiva. 
Brindando por el éxito de la expedición.
En las conclusiones podemos decir que está claro que una y no más, porque ya una vez has cumplido el sueño y el objetivo de estar donde estuvimos, no hace falta repetirlo habiendo otras metas que cumplir, pero de todas maneras, nunca se sabe. Lógicamente pagamos la novatada de usar y vivir en una autocaravana, que siendo de las mejores del mercado, no deja de ser pequeña para gente grande como nosotros. Ni se sufre ni se pasa mal, hay que ser sinceros, pero si es verdad que tiene incomodidades normales por la falta de espacio, aunque al cabo de los días ya las teníamos asumidas. Si alguna vez vuelve a surgir un viaje de esta forma, juntos o con otra gente, ya cada uno de los cuatro sabe como funciona todo y la forma de adaptarse a este medio. Todo lo que nos fue surgiendo lo fuimos solucionando, nosotros solos o con la ayuda telefónica de Enric, el dueño del vehículo.

Hizo frío, si. Si va gente más friolera que nosotros lo puede pasar peor, no mal. Sigo pensando que la humedad es lo que da peor sensación y eso allá no lo vivimos nunca, aunque a pesar de tener la calefacción a 20 grados, Diego durmiera con dos pijamas, dos nórdicos y un gorro, y yo en calzoncillos y destapado.

El rallye considero que está bien organizado por lo menos desde fuera. Cierto es que hay muchas cosas que hacen de cara a la galería, ya que en salidas, metas o cruces interiores hay hasta 20 comisarios con sus chaquetones amarillos, y en las partes interiores en zonas rápidas y seguramente más peligrosas, no haya sino un cartel de plástico que dice “no public” y que todo el mundo, incluidos nosotros, se pasa por el forro.
También quiero destacar, aparte del civismo de la gente que siempre habla con palabras educadas y que aunque haya muchos juntos, no levantan la voz, la colaboración, facilidades y seguridad que ofrece la Gendarmerie (Policía allí). En los 4 días de rallye vimos mas de mil efectivos, y todos controlando que las cosas se hicieran bien, pero con calma y con buenos modos. Igual que algunos de aquí…

Nada más que contarles. Seguro que se me olvida algo, porque fueron tantas vivencias que es imposible retenerlas todas, y eso que hicimos una lista entre los cuatro para intentar que el relato fuera lo más completo posible.
No quiero terminar sin agradecer a Leti, Aroa y Adrián el permitirme ausentarme de mis labores como padre durante 8 días para vivir la pasión de los jodíos rallyes. Sé que contaron con ayuda de mi suegra, mi padre y mi madre, y por esa parte estaba tranquilo.

Y por último mención especial a mis compañeros de reparto en esta película: 

Adrián Quintino (Emidio, Emporio, Gucci, Pedro del Hierro, Quintana, bigote…) gracias por ser como eres, porque tu juventud y ganas de saber cosas me hizo sentirme importante y útil, con datos que tengo en mi cabeza de viejo y que no uso, pero que para ti fueron un filón de conocimiento ahora que te inicias en el mundo del copilotaje, y porque tus despistes y tu aceptación de nuestras risas hicieron más ameno todo el trayecto. 


Aday Ortiz, el hombre tranquilo. Siempre con las ideas claras y con ganas. A pesar de lesionarse tiró siempre palante y confesó en varias ocasiones sentirse en uno de los momentos más a gusto de su vida, así que gracias por compartirlo conmigo. Su serena capacidad de reacción y su pericia, nos sacó de varios atolladeros, en los que siempre nos acabamos riendo. 

Diego Guedes, casporra man. Hizo pis tantas veces en la calle o donde le diera la gana que si estuviera marcando el territorio como los perros, media Francia sería suya. Fue casi siempre el cocinero y freganchín del equipo, aunque todos echaron una mano, yo el menos, la verdad. Dieguín tiene algo especial que le hace ser un burletero de cojones, pero que por más que se ría de ti, no te molesta porque lo hace con cariño. Además, cuando hay que ponerse serio y solucionar problemas, se tira de cabezas a donde sea, y cuando lo soluciona, te lo cuenta con su problema al pronunciar las erres y es imposible no reírse.
Gracias amigo!!!!

Gracias amigo!!!!

Gracias amigo!!!!

Con una compañía así, era imposible no pasarlo bien. No hubo ningún día en el que no nos riéramos, ni siquiera pasó medio día seguido sin que no se nos oyera dando carcajadas. Eso ya compensa todo el trajín del viaje, porque en la vida diaria y la rutina, por lo menos en la mía, pueden pasar semanas enteras sin que me ría lo más mínimo. Se los dije en persona, por whatsapp y ahora también por aquí. ¡¡¡¡GRACIAS!!!! 
Lo pasamos de lujo, y eso es lo que queda!!!

Por mi parte he intentado estar a la altura de tamaña buena gente, y aportar mis conocimientos y mi intuición en todo momento. Las rutas que preparé con el mapa del libro de Sociales de séptimo de EGB no acertaron siempre y eso me frustró un poco, pero a mis amigos no les importó. En otras ocasiones, sí que se dio bien el camino que había previsto y ya con eso doy por válido mi trabajo previo, aunque está claro que teniendo los nombres de los sitios y un móvil con Google Maps o Maps Me, no hace falta llevar tanto papeleo como el que yo tenía.

Termino el cuento de una experiencia inolvidable, un sueño cumplido que nunca pensé lograr. Cuando era pequeño siempre decía que alguna vez alquilaría con mi padre una caravana para ir al rallye de Cataluña y el de Córcega que eran seguidos, y que también alguna vez iría a ver el Dakar, Finlandia y el Montecarlo. La vida te va dando bandazos y no todo lo que uno se plantea se puede cumplir… o sí, pero de momento ya he ido a un Cataluña, allá por el 2001 y con mi padre, y ahora fui al Montecarlo, con su Turiní y todo, rematado con estar en Mónaco, en el circuito al que en mi época de Super Nintendo y Game Boy siempre jugaba porque era el que más me gustaba. Le doy gracias a la vida y a las circunstancias por permitirme este lujo.
En fin, así fueron las cosas, y así se las hemos contado. Próximo objetivo: Finlandia 2020, aunque ya veremos que va pasando.
Saludos y buen año de carreras para todos!!!!